En cualquier dimensión que decidamos considerar existirá siempre cierta diversidad de calidades. Y es probable que buena parte del disfrute que encierran las experiencias que nos resultan placenteras derive de la capacidad que tengamos para distinguir las cosas verdaderamente buenas de aquellas otras que son simplemente regulares, cuando no caen directamente en la mediocridad. La reflexión viene a cuento de las dos presentaciones de la Amsterdam Sinfonietta y el Nederlands Kamerkoor propuestas por el Mozarteum Argentino, que se ubicaron en el espacio de una calidad superlativa, tanto por la particularidad del programa musical como por el nivel de las dos agrupaciones intérpretes.
El comienzo estuvo marcado por una pieza a cappella escrita en homenaje a Johann Sebastian Bach por el recientemente fallecido compositor noruego Knut Nystedt (1915-2014). Para interpretar este Inmortal Bach, cinco grupos de cuatro cantantes cada uno se repartieron entre el escenario y el patio de plateas del teatro, generando un inusual efecto de sonido envolvente, de enorme sutileza y gran belleza. Claudia Guzmán nos cuenta, en sus comentarios al programa, que el texto cantado reza: “¡Ven, dulce muerte, ven, bendito descanso! ¡Ven, guíame en paz!” No es necesario conocer este detalle para sentir en la música las intenciones del compositor, pero sin duda contextualiza el homenaje, que coherentemente fue seguido por una obra del propio Bach, también cargada de cierta originalidad. Es una suerte de fantasía sobre la conocida Chacona de la Partita para violín solo Nº 2 de Bach, magníficamente interpretada por la concertino Candida Thompson, pero en un curioso arreglo de Helga Thoene que añade un coro de seis voces que, tomando notas de la partitura instrumental, genera una suerte de pedal armónico que nos aleja acaso de la concepción original de Bach, pero le otorga a la pieza una renovada actualidad que la acercó al resto del programa.
La primera parte se completó con Da Pacem Domine, otra obra coral a cappella del también contemporáneo compositor estonio Arvo Pärt (n. 1935), fusionada con la Sinfonia da camera Op. 110a de Dmitri Shostakovich, versión orquestal del Cuarteto para cuerdas N° 8 que curiosamente interpretara apenas unos días antes el American String Quartet en el Teatro Coliseo, para otro ciclo de conciertos. Estas dos obras se interpretaron sin interrupción y con una sutil puesta escénica, con los coreutas levantándose paulatinamente de sus asientos, para retomar las estrofas finales de Pärt, apenas finalizado el Shostakovich, como si se tratase de una obra única.
La segunda parte estuvo reservada para el conmovedor Requiem de Gabriel Fauré, en que participaron como solistas la soprano Mónica Montero y el particularmente notable bajo Jasper Schweppe. Escrito entre 1886 y 1888, coincidiendo con la muerte de sus padres, la obra del francés se caracteriza por su omisión del Dies irae y el Rex tremendae, tradicionales de la liturgia, que son reemplazados por un In Paradisum, dejando en claro que Fauré prefiere imaginar, antes que el horror de la ira de Dios, una serena y definitiva calma después de la muerte. Alguna vez el propio compositor explicó: “Se ha dicho que mi Requiem no expresa el miedo a la muerte y hasta ha sido descripto como un arrullo mortuorio. Es que yo veo la muerte como una feliz liberación, una aspiración a una felicidad superior, antes que una penosa experiencia. Quizás he querido yo escapar del pensamiento más frecuente. Después de tantos años acompañando al órgano servicios fúnebres, quise escribir algo diferente”.
A la hora de los bises, y como un amable gesto hacia el público local, el concierto cerró con un broche de oro: una impecable versión de En los surcos del amor, canción de Carlos Guastavino, interpretada -hay que destacarlo- en un muy correcto castellano. Germán A. Serain
Fue el 11 de septiembre de 2017
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100
mozarteumargentino.org
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