La confluencia de Schumann y Brahms es una de las combinaciones más atractivas que puede brindar la música de cámara, tanto por razones históricas (los dos compositores fueron amigos cercanos) como musicales. Es una combinación bastante frecuente de encontrar en un programa de concierto. La confluencia de un trompetista y un pianista en un programa de cámara, por el contrario, dista de ser la más habitual, y fue el punto de partida de este nuevo e interesante concierto del Mozarteum Argentino.
Sergei Nakariakov, trompetista de origen ruso-israelí, tocó en este caso un fliscorno (flügelhorn, en alemán), instrumento vinculado a la trompeta, que podría ser descripto como un clarín con pistones. De inmediato llamó la atención la calidad de su sonido, límpido, melodioso, emitido como un canto, en las Tres Romanzas Op. 94 y el Adagio y Allegro Op. 70 de Robert Schumann, que abrieron el programa. En ambos casos se trató de transcripciones: en el primer caso se reemplazó el oboe y en el segundo el corno.
Si bien el fliscorno ofrece un sonido más oscuro y suave que la trompeta, que se acomoda mejor al carácter demandado por el repertorio romántico escogido, dista mucho de ser un instrumento sencillo de tocar. El dominio de Nakariakov fue tan sorprendente como expresivo, con una fluidez y una articulación perfectas, y transmitió al público de manera plena la belleza intrínseca de estas composiciones.
Por supuesto, la voz del fliscorno tiende a imponerse en su conversación con el piano. Por eso fue una gran idea que, a la manera de un interludio, Maria Meerovitch interpretase luego en solitario el Arabesque Op. 18. No sólo sirvió para disfrutar de otra preciosa composición de Schumann, sino también para apreciar en todo su esplendor la calidad de la pianista rusa, que se destacó por su impecable delicadeza. En resumidas cuentas, demostró ser una excelente pianista sin necesidad de alardear con recursos que otras estrellas del instrumento han llevado al extremo: ni velocidades ridículas, ni vestimentas extravagantes, ni gestualidades exageradas.
La sección dedicada a Johannes Brahms comenzó con la Sonata para piano y violín No 2 Op. 100, ya con la participación del violinista, también de origen ruso, Boris Brovtsyn. La indicación instrumental, que da vuelta el orden habitual con que suelen ser nominadas las obras para la formación, deja claro que, en esta sonata, para el compositor ambos instrumentos tienen el mismo orden de relevancia. De las tres composiciones que Brahms escribió para esta dupla, se trata de la sonata más breve, pero también la más lírica y difícil de interpretar.
Tras el intervalo, ya en formación de trío, los intérpretes abordaron el Opus 40 de Brahms, original para corno, violín y piano. Es una combinación sonora tan atractiva como poco frecuentada, que Brahms escribió en 1865, en homenaje a la muerte de su madre. Por ese motivo Brahms eligió utilizar un corno natural en lugar de la versión con pistones –por entonces ya más usual– dado que el timbre es más sombrío. Que Nakariakov haya utilizado el fliscorno no le restó nada a la versión, y pudieron escucharse con claridad las reminiscencias a las llamadas de cacería, en particular en el último de los cuatro movimientos. La articulación del ensamble fue admirable. De esta manera, sin bises, cerró el concierto y Mozarteum volvió a merecer el aplauso de sus abonados. Germán A. Serain
Fue el lunes 3 de junio 2024
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7100
teatrocolon.org.ar
Sitio web de Sergei Nakariakov
Sitio web de Maria Meerovitch
Sitio web de Boris Brovtsyn
Próximo concierto:
Lunes 5 de agosto, 20 hs.
Joyce Didonato (mezzosoprano)
Il Pomo d’Oro
Zefira Valova (dirección y violín solista)
Programa: Eden (obras de Charles Ives, Rachel Portman, Gustav Mahler, Biagio Marini, Josef Myslivecek, Aaron Copland, Giovanni Valentini, Francesco Cavalli, Georg Friedrich Händel, Christoph Willibald Gluck y Richard Wagner)
Sitio Web Mozarteum Argentino
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