GILLESPI, evoluciones del jazz

El trompetista de Monte Grande se luce con su grupo en Bebop Club

La evolución del bebop, ese estilo musical del jazz que se desarrolló en la década de 1940 en Estados Unidos, está fuertemente relacionada con el nombre de un trompetista: Dizzy Gillespie. Confesémoslo: la cuestión en principio no tiene que ver de un modo directo con lo que pretendemos comentar aquí, pero surge de manera inevitable por culpa de la homofonía. Sucede que fuimos a Bebop Club para ver y escuchar a Gillespi. También él es trompetista. Y podrán marcarse todas las distancias que se quieran, pero se trata de otro protagonista que participa de un proceso de evolución de esa música que, bajo el rótulo genérico de jazz, abarca tantos estilos, formas y sonoridades distintas, que tal vez en el fondo sólo tengan en común el impulso de la improvisación.

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La banda está integrada por talentosos músicos: Cesar Franov en teclados, Rafa Franceschelli en bajo y varios dispositivos electrónicos, y Sebastián Peysere en batería. Y claro, Marcelo Rodríguez, nacido en Monte Grande en 1965, luciendo de manera notable su arte con la trompeta, amén de alguna habilidad con la guitarra, añoranzas de un amor de tiempos pasados. Por supuesto, ya nadie lo conoce por su nombre legal, pues hace muchísimo tiempo el hombre decidió que debía darse a conocer al mundo con un apelativo de batalla: Gillespi. Y mucho tiene ello de homenaje al legendario Dizzy. Todo tiene que ver con todo, ya se sabe.

El repertorio, pleno de música y también de buen humor, abarca diferentes épocas de la carrera musical de Gillespi, quien nunca es el mismo de una noche a otra. A veces transita por standards como la bellísima Misty de Erroll Garner, y un minuto más tarde suena música de corte electrónico, o con aires funk, o aparece mucho del Miles Davis más tardío, ese que secundaba el bajo de Marcus Miller. En todo caso, la exploración parece ser la norma. La aventura se juega al borde de la diversión y el riesgo. Gillespi sopla. A veces se trata de una trompeta y a veces de un aerófono electrónico llamado EWI, que se toca también soplando y digitando, pero que sintetiza sonidos curiosos, ideales para abrir nuevas fronteras en el jazz. ¿Jazz electrónico? Seguro que sí, pero mezclado con un poco de rock, y un poco de funk, y un poco de aquello, y un poco de esto otro.

Además de todo lo señalado, las intervenciones de Gillespi como presentador, contando anécdotas propias o de sus músicos -que evidencian sus años de experiencia en radio y televisión-, constituyen prácticamente un show en sí mismo. Detalle marginal, pero de importancia: todo esto sucede en un ámbito agradable llamado Bebop Club, en el barrio de San Telmo, muy bien montado, cuyo nombre nos obliga a pensar en las exploraciones del otro Gillespie. Y salvando las muchas distancias, obvias y definitivas, resulta divertido pensar que tal vez sea cierto que todo tiene que ver con todo. Germán A. Serain

Se dio hasta mayo 2016
Bebop Club
Moreno 364 – Cap.
(011) 4331-3409
bebopclub.com.ar

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