EL MUERERÍO TEATRO, 25 años

Diego Starosta propone obras con gran despliegue físico y verbal para celebrar este aniversario

Llevando adelante varios proyectos de El Muererío Teatro (compañía fundada por él),  Diego Starosta sigue demostrando cómo el cuerpo puede decir tanto como las palabras. En sus obras, el espectador tendrá dos opciones: tratar de seguir el hilo verbal de un monólogo, a menudo complejo, o dejarse llevar por lo que propone la presencia subyugante del cuerpo con su relato propio.

Diego Starosta nos habla del camino recorrido con Informe para una academia, la obra con la que todos lo identifican, y también nos cuenta de sus creaciones más recientes: El immitador de Demmóstenes y Dos/Un elogio escénico para el amor. Las dos primeras pueden verse por streaming en el Ciclo de Archivo del Teatro Payró durante los próximos fines de semana.

¿Cómo estás experimentando estos 25 años de El Muererío Teatro?
No soy nostálgico pero tengo un interés particular en el tiempo y sus procesos. Cuando la compañía cumplió 15 años en 2011 también celebré y consideré ese hito como un mojón para detenerme y reflexionar sobre lo realizado hasta allí. Publiqué un libro que se llamó Los pies en el camino. Ese título daba cuenta de un concepto que sigue vivo aún hoy y es el de considerar la acción siempre ligada de manera dialéctica a la memoria. Esa idea organiza mi trabajo y el de El Muererío en las muy diferentes facetas en las que se desarrolla desde 1996 hasta hoy.

En este 2021, en que cumplimos 25 años de trabajo constante, también sentí la necesidad de hacer un alto “especial” en el camino para observar, repasar y celebrar. La característica particular de esta celebración está definida por enfocar este recorrido desde la idea de los ciclos. Hay una diferencia entre registrar el tiempo en forma lineal o de manera cíclica. Los ciclos me permiten entender cómo lo que podría llamar la “materia muererío” se ha ido desplegando en el tiempo, cómo se ha reconvertido o regenerado esa sustancia en todas las acciones teatrales realizadas. Podría decir que ésta reflexión es la experiencia basal de este festejo.

¿Cuál es el concepto detrás de El immitador de Demmóstenes?
El concepto detrás (¡y delante!) de la obra es el vacío. El punto de partida fue un texto breve de José Sanchis Sinisterra que precisamente se llama Vacío y habla de esa circunstancia en el escenario. Ese texto específico sobre la “ausencia” en el escenario produjo en mí una resonancia mayor y me llevo a pensar en el desgaste de nuestro medio político que asocié al vacío: la falta de un “revés”, de un lado B en el ejercicio de la política de nuestro país, tanto por parte de la dirigencia como de lo que podríamos llamar las bases. Entiendo que vivimos una época de “fetichización” exagerada y la política no está al margen de ella. Luego ese vacío también lo siento en algunos aspectos de nuestro medio escénico y también fue material para construir la obra.

¿Qué relación propone la obra entre teatro, política y ficción?
En primer término, desde un punto de vista más irónico, El immitador de Demmóstenes intenta dar cuenta de cómo el ejercicio de la ficción, mecanismo basal de la creación escénica, fue paulatinamente sustraída por los políticos, con otros objetivos, claro, pero con una eficacia que llegó a desarticular la que es propia de las artes escénicas. Luego, al mismo tiempo, la obra intenta una disertación, a partir de postulados de Alain Badiou, de la relación entre el teatro y la política como dos procedimientos de construcción de verdad. Dos de los cuatro procesos de construcción de los que se vale la filosofía —según Badiou— para arribar a las verdades. La obra fue la primera de una trilogía que di en llamar precisamente Trilogía Condiciones de verdad, cuya segunda pieza Dos/ Un elogio escénico para el amor entrenamos este 2021 en el Teatro Payró, basada en los cuatro condicionamientos que plantea este autor francés.

¿Cuál es el recorrido que ha hecho Informe para una academia en todo este tiempo?La estrené en 1998 y la presenté hasta 2013. En 2018 comencé a presentarla de nuevo gracias a la insistencia de los curadores de un festival en Brasil, y desde entonces seguí presentándola hasta un mes antes de que se declarara la pandemia actual. En concreto, la obra lleva más de 22 años en pie. He recorrido con ella muchas ciudades de nuestro país y del exterior. Informe para una academia es ya un clásico de mi trabajo. Más allá de su largo camino sigue siendo un trabajo que representa muchas facetas de mi pensamiento escénico y ha devenido en una especie de mito propio en el sentido de que si sobrevive es porque de alguna manera se re-actualiza técnica y contextualmente hablando a lo largo de mi recorrido teatral.

¿Cuál fue tu razón, en 1998, para elegir este cuento de Kafka? ¿Crees que hay alguna idea, en el texto, que el autor haya querido plasmar respecto de la sociedad?
La elección de este texto no fue un hecho particularmente meditado. Quizás por ello haya tenido el recorrido y la importancia que tiene en mi historia teatral. Por supuesto que la potencia del texto me cautivó inmediatamente y su solidez me permitió llevarlo a la escena creando un dispositivo que no solo lo representara, sino que permitiera apreciar su autonomía. Al margen de la fuerza narrativa singular de Kafka y la universalidad a la que remite como metáfora, lo que me atrajo inmediatamente fue la potencialidad como engranaje para un mecanismo escénico siendo un texto originalmente literario. 

Max Brod, escritor, biógrafo y amigo de Kafka desde su juventud, calificó esta narración como la sátira más genial jamás escrita sobre la asimilación de judíos. Ésta podría ser una interpretación verosímil del relato, sobre todo en el momento en que fue escrito y divulgado. Pero esta narración podría tener un sentido más general, no sólo vinculado a la cuestión de los judíos y su asimilación en Centroeuropa, sino a la de cualquier individuo por parte de la sociedad adulta constituida como legalidad y orden colectivo. Es decir, la narración podría ser entendida no sólo desde el punto de vista filogenético de la historia de los judíos en Europa, sino, sencillamente, desde el punto de vista ontogenético de la evolución personal de Franz Kafka.

En la medida en que Kafka fue consciente de la reducción de libertades que constituye la entrada en la vida adulta y la vinculación a la vida social y laboral, pero también del imposible retorno a la inocencia y a la fundamental ausencia de culpabilidad que presiden aquellos años, este relato podría entenderse como la elaboración literaria de esta nostalgia, como la descripción de los sentimientos y la lucidez de alguien que recuerda su antiguo bagaje de libertades desde el presente de su vida educada y moldeada por lo que llamamos sociedad adulta.

Por último, la narración podría ser una simple fábula en la que se compara la libertad de los animales y el cautiverio o, por lo menos, la ausencia de plena libertad a la que obliga la convivencia entre los hombres.

¿Qué reacción te genera ver estas filmaciones del teatro que has producido en 1998 y en 2017?
Me interesa ver materiales del pasado de mi trabajo,  pues me permiten primero construir una memoria más objetiva y precisa que aquella que producen mis sensaciones que, por supuesto no es depreciable, pero si parcial. En segundo lugar, es una muy valiosa herramienta de aprendizaje y estudio. Mi desarrollo como artista de teatro siempre fue sumamente materialista en el sentido “marxista” del término. Entiendo mi línea histórica teatral como una concatenación de diálogos entre los objetos ya creados y aquellos en proceso. Desde allí, el registro en cualquier soporte de mis obras siempre ha sido un material muy valioso.

¿Cómo llevas, Diego Starosta, la restricción de la presencialidad y la única opción de hacer teatro por streaming?

Hasta aquí me he llevado bastante bien. En un nivel muy profundo pero organizador del día a día, entiendo que desesperar y no asumir las restricciones externas, sean las que sean, como parte de la vida propia no me aporta nada. Es un tiempo durísimo y afecta a los artistas de maneras muy diversas, pero pienso que hay que asumirlo, integrarlo incluso al nivel de asumir y transitar el parate. De todos modos, en mi caso, más allá de este intento ya que mi trabajo se vio y está sumamente limitado, pude seguir trabajando en la creación de un espectáculo y luego estrenarlo, así como en algunas actividades pedagógicas.

Es, insisto, una posibilidad de aprendizaje muy profunda, que en cada persona se desplegará de manera muy diversa. En mi caso, el streaming es solo una opción valiosa, muy valiosa, pero para materiales de archivo, como el ciclo que programamos con el Teatro Payró.

¿Tienen pensado volver al Payró con Dos / Un elogio escénico?
Estrenamos Dos / Un elogio escénico para el amor en marzo de este año muy contentos con lo que logramos construir y con muy buena respuesta de los espectadores. Hicimos solo 5 funciones, nada en la historia de un espectáculo. Así que esperamos poder retomar pronto, cuando las condiciones estén dadas. Pensamos seguir en el Teatro Payró -con cuyos factótums venimos trabajando muy bien- y llevarlo a distintos lugares, en principio del país, como lo hago siempre, y quien sabe, cuando estas circunstancias cambien en un futuro, al exterior.

El immitador de Demmóstenes
se dio hasta fin de junio 2021
Teatro Payró
San Martín 766, Cap.

Adelanto Ciclo de archivo / Compau00f1ia El Muereru00edo Teatro / 25 au00f1os / Junio 2021

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