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En esta obra dramática, la literatura sirve como hilo conductor para unir dos generaciones distantes de alumno y profesor. Alrededor de este eje primario, también se exponen fragmentos de historias paralelas entre amigos, padres e hijos y hasta la relación de un matrimonio.
Es interesante ver una obra con personajes dispares en edades y personalidades, sobre todo cuando el grupo actoral es muy coordinado y parejo. La dirección es precisa y expone diáfanamente la crónica principal así como las historias satélites de la trama. Juan Tupac Soler da vida al joven alumno y escritor, tímido a simple vista pero con una inmensa capacidad de llegada al público y se pone la obra sobre sus hombros a tope. Julio Ordano, el profesor, igualmente efusivo y certero en su personaje, logra momentos de alto impacto emocional. En tanto, Manuel Longueira es quien aporta los momentos de mayor gracia y relajación. La iluminación acompaña muy bien la dinámica de la pieza y la escenografía crea múltiples espacios para ubicar los distintos ambientes en la trama.
Si bien es una tragedia, hay suficientes guiños de comedia en sus parlamentos que generan gracia en momento de duras situaciones, sin desdeñar profundos diálogos con tintes filosóficos. Es esta ambigüedad de emociones e intereses, lo que la hace agradable, cómica y atrayente. Cristian A. Domínguez
El Kafka Teatro
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