DAMIEN HIRST: LA MENTIRA DEL ARTE, burn it all

The Currency-NFT: a medio camino entre el happening, la declaración cultural y la estafa

Para comprender esta nota, primero hay que manejar algunas nociones técnicas. Por caso, entender qué es un NFT (Non Fungible Token). El resto quedará luego más ligado al llamado sentido común.

Es evidente que el arte digital ha abierto nuevas puertas. Tradicionalmente, una obra de arte solo podía encontrarse en un lugar cada vez, en un aquí y ahora, al decir de Walter Benjamin, quien aseguraba que un cuadro tenía un aura asociada a su presencia única. Algo diferente a lo que sucede con una fotografía, caso en el cual es imposible distinguir un original de una copia. Esto mismo sucedería, en principio, en el caso de una obra de arte digital: podemos replicarla cuantas veces lo deseemos, que cada copia será exactamente igual respecto de su “original”.

Esto es lo que sucede con cualquier archivo común y corriente en una computadora. Cuando alguien copia un archivo digital, a partir de ese momento hay dos archivos idénticos: el original y la copia. Tan idénticos que en rigor deja de tener sentido hablar de un original: en ambos casos se trataría del mismo archivo. Aquí es donde aparecen los NFT.

Fungible: según la RAE, algo que se consume con el uso. En el uso frecuente, la expresión también se utiliza para referir a bienes que son perfectamente intercambiables. Como una moneda de un peso, que tiene el mismo valor que otra moneda de un peso, por ejemplo. O como un archivo y su duplicado digital. Pero un archivo NFT incorpora una cadena de dígitos, similar a las que se utilizan en las criptomonedas, que no es posible modificar ni duplicar. Una especie de certificado digital de autenticidad, para decirlo de alguna manera.

Damien Hirst es un llamado artista británico nacido en 1965, empresario, coleccionista y millonario. Nótese que no decimos que sea realmente un artista, sino que así es llamado por quienes manejan el mercado del arte. Él hace cosas como meter animales muertos en cubos acrílicos llenos de formol, o llenar hojas de papel con puntos de colores de pintura acrílica, y luego vende esos objetos a valores absurdos. Convengamos que lograr este objetivo bien podría considerarse un mérito en sí mismo.

Recientemente, Hirst confeccionó y vendió (por una suma de dos mil libras cada una) un total de 10.ooo hojas cubiertas por puntos multicolores. Le puso un título a la serie: The Currency. Y acompañó cada una de estas hojas con una reproducción digital, codificada como un NFT. Aquí viene lo interesante: cada comprador se comprometía a decidir, en un lapso determinado, si se quedaba con la hoja de papel física o con el archivo NFT. La otra versión de la obra sería destruida. El comprador no podía quedarse con ambos.

Según datos de la Newport Street Gallery de Londres, del total de compradores 5.149 eligieron mantener la obra física, mientras que 4.851 optaron por los NFT. Tras lo cual Damien Hirst comenzó a incinerar las piezas físicas, una por una, en una performance artística transmitida en línea, durante la cual Hirst en persona, vestido con un traje ignífugo, fue incinerando sus obras en varias chimeneas distribuidas por su galería.

Reconocemos que hay un gesto artístico en esta suerte de happening: en teoría, la existencia simultánea de la obra en papel y su paralelo NFT supone una duplicidad que se corrige mediante la eliminación de una de las dos versiones. El propio llamado-artista declaró: “Mucha gente piensa que estoy quemando millones de dólares en arte, pero no es así. Estoy completando la transformación de estas obras de arte físicas en NFT, quemando las versiones físicas. El valor del arte. digital o físico, que en el mejor de los casos es difícil de definir, no se perderá, sino que se transferirá al NFT tan pronto como se queme el papel”. 

Es una manera de verlo. Una suerte de crítica solapada (o acaso de apología) a la inmaterialidad que promueven las nuevas tecnologías de virtualización digital. Otra manera de verlo es que Hirst reconoce que su obra carece de valor más allá de la idea. Que da lo mismo que se incineren o no esos papeles, que definitivamente no constituyen en modo alguno una obra maestra. Que probablemente podamos alegremente bailar en derredor de una hoguera al grito de burn it all, Damien! sin tener que lamentarnos ante la idea de que algo de verdadero valor artístico se esté perdiendo entre las llamas.

Por supuesto, ninguna descalificación que este comentarista o cualquier otro decida hacer sobre estas pretendidas obras de arte le quitará el sueño a Damien Hirst, reconocido como uno de los llamado-artistas más ricos del mundo. Pero aquí está de nuevo la clave: lo que seguramente le preocuparía a Hirst sería ver bajar su cotización en ese mercado, que no guarda ninguna vinculación con el arte. Es la cotización monetaria lo que importa, y no el valor intrínseco de aquello que cotiza. Es como si alguien de pronto dijera que cierta moneda de un peso pasa a tener un valor de mil, y la gente decidiera creerlo. Puede parecer imposible, pero en el mundo del pseudo-arte las cosas funcionan así. Un lienzo en blanco puede convertirse en una obra de arte solamente porque alguien lo dice. Y porque otros lo creen, claro. Germán A. Serain

Damien Hirst en Wikipedia

Vota esta nota

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación / 5. Recuento de votos:

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Publicado en:

Deja una respuesta