Festival Rachmaninov – Integral de los conciertos para piano de Sergei Rachmaninov –Pianista: Nelson Goerner – Orquesta: Filarmónica de Buenos Aires – Director: Srba Dinić – Programa de clausura: Danzas Sinfónicas Op. 45 – Concierto para piano N°3 en Re menor, Op. 30.
El mejor escenario posible para un crítico musical, cuando asiste a un concierto sinfónico, es que al finalizar el mismo no pueda decidir si ha de poner el mayor énfasis en elogiar la labor del solista, la de la orquesta, la del director o la conformación del programa. Esto fue exactamente lo que nos ocurrió al terminar el tercero y último de los conciertos que integraron el Festival Rachmaninov, que se desarrolló en el Teatro Coliseo de Buenos Aires.
Si hubo alguna discrepancia en los comentarios que inevitablemente se cruzan con colegas y conocidos a la salida de un concierto, fue la conveniencia o no de haber recurrido a una sala alternativa como el Coliseo, que no es la sede natural de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Resultaría una perogrullada señalar que las cualidades sonoras de esta sala no son las mismas que ofrece el Teatro Colón. Sin embargo, tanto la labor de la orquesta, dirigida sabiamente por el serbio Srba Dinić, como la de Nelson Goerner al piano, llegó a nuestros oídos de un modo que no admite queja alguna. Por supuesto, en este sentido juegan siempre aspectos particulares, que van desde el gusto personal a la ubicación que haya tocado en suerte.
La iniciativa de montar este Festival, coincidiendo con los 150 años del nacimiento de Sergei Rachmaninov, es una de esas decisiones que hay que aplaudir sin reparos. El eje estuvo puesto en sus cuatro conciertos para piano, que se complementaron con tres trabajos sinfónicos: la Sinfonía N° 2, el poema sinfónico La Roca y las Danzas sinfónicas Op. 45, que dieron inicio al concierto de cierre. Esta obra, una suite en tres movimientos, fue completada por el compositor en 1940 y tiene la particularidad de haber sido su canto del cisne.
La obra es compleja en su concepción, con un amplio orgánico que incluye no solo arpa, piano y una generosa sección de vientos, saxofón incluido, sino también siete percusionistas. Es probable que debido a esta amplitud instrumental no sea interpretada más a menudo, pero es un trabajo indispensable. El carácter de la música es muy cambiante, y permite adivinar influencias muy diversas, que van desde motivos rusos y eslavos a reminiscencias del vals vienés, desde melodías exuberantes a ritmos enérgicos, desde motivos populares a elementos de claro carácter sacro.
El Concierto para piano Nº 3 en Re menor, que completó el programa, es una obra mucho más temprana (1909) y sus requerimientos instrumentales son menores. Sin embargo, su exigencia musical es enorme, al igual que sus dimensiones expresivas. Si la merecida reputación de esta obra es la de ser uno de los conciertos más difíciles del repertorio pianístico, hay que decir que no se trata solamente de una cuestión técnica. El intérprete debe a menudo transitar sin escalas de las melodías más hermosas que Rachmaninov haya escrito a los exabruptos instrumentales más tempestuosos, como si en el mismo espíritu creativo convivieran un grupo de ángeles celestiales y otros de incontenibles demonios.
El trabajo de Goerner resultó admirable: siempre preciso y con la expresividad justa en cada pasaje, por complejo que fuera. Pero hay que decir que la solidez de la orquesta, la sutileza de sus músicos en cada una de las intervenciones a solo y un ensamblado impecable en cada tutti, sostuvo un programa que resultó, sin posibilidad de disenso, maravilloso. Tras el rutilante final del concierto, como un broche de cierre que permitió recuperar un ánimo íntimo y melodista, Goerner regaló una bella interpretación de Margaritas, el Op. 38 N° 3. Demostró así de nuevo que, a pesar de lo que parecen señalar algunas modas, un pianista virtuoso no es solamente alguien que pueda tocar muchas notas en pocos segundos. Germán A. Serain
Fue el 30 de septiembre de 2023
Teatro Coliseo
Marcelo T. de Alvear 1125 – Cap.
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