El derecho de las cosas – Actúan: Daniel Fanego, Camila Santini – Música: Gustavo Semmartín – Iluminación: Sol Lopatín – Vestuario: Lara Sol Gaudini – Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez – Dramaturgia: Guillermo Arengo – Dirección: Analía Couceyro
¿Cómo es posible que en el transcurso de toda una vida un hombre no pruebe determinadas cosas? ¿Un mate, un té, un whisky? Este listado se atiene a unas pocas propuestas, pero puede ampliarse conforme al gusto y la experiencia vital de cada lector. ¿Y las cosas? ¿Le prestamos suficiente atención a las cosas que nos rodean? ¿Qué nos dirían las cosas que nos rodean si les prestásemos apenas un poco más de atención?
Esta es la primera propuesta que aparece en El derecho de las cosas, obra breve -poco más de 25 minutos- pero definitivamente sustanciosa, que de inmediato nos lleva a pensar en otras posibilidades. ¿Se trata en realidad de las cosas? ¿O acaso esto también nos remite a los demás? Porque muchas veces los demás, los otros, no son ante nuestros ojos sino cosas, algo así como objetos. Todos hemos caído alguna vez, con mayor o menor grado de conciencia, en esta mirada utilitaria. Aunque también se trata de una mirada práctica: el otro supone a veces la obligación de establecer una interacción, un intercambio de puntos de vista, una negociación, un diálogo.
Y hay ocasiones en que uno no desea dialogar. Momentos de la vida en que el diálogo es reemplazado de buena gana por el soliloquio, comprendido en este caso como una particular manifestación artística. El soliloquio visto como una forma de poesía. La verdadera poesía, la más auténtica: aquella que no se escribe, ni se publica: la poesía de las palabras que crecen y revientan dentro de cada uno de nosotros, en soledad, de espaldas a todo.
En ocasiones los otros nos invaden, incluso cuando no sea su intención hacerlo. Cuando estamos solos, en cambio, se abre una ventana al misterio. Podemos sentirnos incompletos, o ser plenamente dueños de nosotros mismos. Algunas veces, ambas circunstancias pueden darse a un mismo tiempo, como un misterio. En esos casos, el otro puede no ser sino una proyección de nuestros más íntimos deseos.
¿Cómo es posible que en el transcurso de toda una vida un hombre no llegue a pensar al menos una vez en todas estas cosas? «Abrazados tenemos la forma del fin de las guerras», dirá él, o acaso ella. ¿Estamos aquí en presencia de varios soliloquios o acaso de uno solo, convenientemente camuflado?
Le dejamos al lector la ocasión de responder a su gusto a cada una de estas preguntas. Pero le recomendamos que no deje de ver este interesante trabajo teatral, con buenas actuaciones de Daniel Fanego y Camila Santini en un libro muy interesante de Guillermo Arengo. Es una producción digna del Teatro Nacional Cervantes, con notable dirección de Analía Couceyro, que ha demostrado que mediando voluntad y talento es posible hacer teatro de gran nivel incluso sin la presencia de público en las salas. Germán A. Serain
Contenidos del Teatro Nacional Cervantes / Cervantes On Line
Comentarios