EL AMOR ES UN BATEADOR DE BASEBALL CANADIENSE, fragmentos de(l) ser amado

Histrionismo de Gastón Frías en micro-monólogo teatral con agudo texto de Agustina Gatto

El amor es un bateador de baseball canadiense – Actuación: Gastón Frías – Dramaturgia: Agustina Gatto – Dirección: Ana Lucía Rodríguez – Duración: 6:25 min.

“En todo hombre que dice la ausencia del otro, lo femenino se declara: este hombre que espera y que sufre, está milagrosamente feminizado”. Roland Barthes

¿Cuál es la relación del amor con el lenguaje (los diversos lenguajes) y con la lengua? Digo esto más allá de la lengua como parte del cuerpo, con la lengua que hablamos y que nos constituye, que crea nuestro mundo real de referencia y nuestros mundos imaginarios.

¿Habla acaso el amor en un idioma universal o adopta según cada pareja un idioma que se distingue, y particulariza cada acto de amor que hay en este mundo, cada encuentro único compuesto por gestos y palabras, que no pueden copiarse ni volver a reproducirse?

El protagonista de El amor es un bateador de baseball canadiense se ha quedado sin alguien que lo distinga como sujeto y objeto de amor. Si su amor no hablaba en español, ahora no habla en ningún idioma. Sólo quedarán flotando los epítetos que los amantes alguna vez encontraron para nombrarse. El alma se enmudece tras una ruptura, pero no el cuerpo. El cuerpo habla, aunque haya quedado quieto. La cabeza parece desprenderse del cuerpo como si un bateador de baseball la hubiese golpeado.

Esas ideas son las que presenta este original trabajo en formato comprimido que cuenta con la dramaturgia de Agustina Gatto, autora del libro Femenino Masculino. Gastón Frías interpreta a un varón o mujer despechado o despechada. Su personaje pone de manifiesto una hibridez y un cruce entre dos géneros, entre dos modos de atravesar el amor.

La espera es definida por Roland Barthes como “tumulto de angustia suscitado por la espera del ser amado”. La identidad fatal del enamorado consiste en ser ese que espera. En esta micro-obra se podría decir que el protagonista está esperando el amor, aunque sabe que se ha acabado, sigue esperando… Esto nos remite a otra cuestión que es aquella que vincula al amor con la conversación, como lo propone Barthes: no es posible hablar del amor más que según una estricta determinación alocutaria. Hay siempre en el amor alguien a quien nos dirigimos. Como puede ser alguien que pasó a la categoría de fantasma (es el caso de la obra). Nadie tiene deseos de hablar del amor si no es por alguien.

Otros conceptos que retoma Barthes de otros autores, en Fragmentos de un discurso amoroso son el de átopos: el sujeto amado reconocido como inclasificable “es átopos el otro al que amo y que me fascina”. También el de anulación: el sujeto llega a anular al objeto amado bajo el peso del amor mismo, lo que el sujeto ama es el amor y no el objeto. Estas dos ideas pueden aplicarse a la obra: pareciera que el sujeto que nos habla está enamorado del amor; más allá de que extraña a esta pareja que ya no está, lo que más extraña parecería ser el amor en sí mismo, eso de dormir con los pies entrelazados con otro del que podemos sentir hasta las mínimos rugosidades de la piel, hasta las imperceptibles variaciones en su temperatura. Es el otro el objeto de nuestra fascinación, una fascinación fundada, quizás en que no llegamos a comprenderlo del todo. Y aun así, a la distancia, intentamos describirlo, aproximarnos a él mediante el lenguaje, porque es una manera de invocar su presencia.

Siguiendo a Barthes, no se puede hablar del ser amado, todo atributo es falso, doloroso, torpe. A pesar de ello, hablamos, aunque no lo podamos clasificar a ese que esperamos, a ese que nos ha herido, a ese que se fue quizás ya para siempre. Porque hay heridas que nos vienen de un estereotipo del amor: estamos obligados a estar celosos, a sentirnos frustrados y abandonados. Pero lo cierto es que muchas veces lo sentimos verdaderamente de esta manera. Que el estereotipo ha venido de una verdad que muchos y muchas sentimos en carne propia.

Este ser migratorio y huidizo, que es a quien se está refiriendo nuestro protagonista, ha partido. No sabemos por qué ni en qué circunstancias, sólo que ya no está y que nada de lo que se diga podrá hacerlo volver. Él está ausente en tanto referente del discurso, pero está presente como alocutor, porque es aquella persona a quien justamente se está haciendo referencia, es el destinatario a quien nunca le llegará el mensaje.

El protagonista, en el decir de Barthes, habría quedado atrapado entre dos tiempos: el tiempo de la referencia y el tiempo de la alocución.  El amante ha partido (pasado), de eso se queja el personaje, pero está ahí (presente) porque es a él a quien están dirigidas sus palabras. En el presente solo queda la angustia de observar los escombros de una relación.

El ser amado se ha ido; el ser amante ha quedado inmóvil, encogido y sedentario ante la falta de amor. El movimiento del otro lo ha forzado a este sedentarismo, ya no hay movimiento alguno que pueda hacer para recuperar a la otra persona.  O se ha quedado girando como una pelota en soledad, sobre su propio eje. Ante el golpe fulminante del otro no queda más que callar. Pese a ello, hablamos para responder a la impotencia que nos genera ya no poder responder. Es entonces cuando la falta de amor se convierte en arte y en este terreno entra la obra de Agustina Gatto.   

Gastón Frías nos regala una interpretación contundente; nuestra imaginación se alimenta del relato que construye su personaje. Mientras permanece casi inmóvil, lo único que se mueve son sus manos. Su gesticulación es un fuerte componente del relato. La dirección de Ana Lucía Rodríguez consigue que esta obra tan breve logre una intensidad destacable, condensada en seis minutos.

Una auspiciosa conjunción de elementos muy acertados resulta El amor es un bateador de baseball canadiense. Es un trabajo logrado que nos provocará risas a partir de lo patética que nos resulta toda ruptura amorosa, y que permite pensar de qué manera puede sostenerse el amor a la distancia, aún ante la evidencia más rotunda de su acta de defunción. Milly Vázquez

El amor es un bateador de baseball canadiense

Canal Gastón Frías
Roland Barthes
Micro monólogo teatral

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