La belleza de un espectáculo nunca deviene de un único aspecto, sino que encuentra su anclaje en diversas variables. En el caso de un concierto, no solamente cuenta la calidad de sus intérpretes, sino también la coherencia del programa musical. Tratándose de un espectáculo de danza, importará la labor de los bailarines, pero también la coreografía, el vestuario, la escena, la iluminación… y la música.
El señalamiento del último punto podría parecer una obviedad. Sin embargo, no dejaremos de insistir en cuanto a la enorme diferencia que marca el hecho de que una función de ballet se realice con música en vivo en lugar de una pista grabada. En este sentido, el espectáculo coreográfico que brindaron el Ballet y la Orquesta Estables del Teatro Argentino de La Plata fue maravilloso, precisamente, por la suma de los elementos de calidad.
El programa fue absolutamente coherente, además de simétrico: dos obras con músicas de Maurice Ravel en la primera y tercera partes, y en medio un trabajo de otro compositor francés del mismo período: Claude Debussy. El trabajo de la orquesta, dirigida por Carlos Calleja, fue impecable, con todos los matices que el repertorio exigía. A esto se sumó el no menos destacable desempeño de la compañía de ballet, bajo la dirección general de Oscar Araiz, responsable además de las tres magníficas coreografías.
En el comienzo fue Cantares, basado en la Rapsodia española de Ravel. Se destacó Belén Burghi en un contexto exclusivamente femenino que combinó sabiamente los gestos de la tradición española con la danza neoclásica, aprovechando asimismo los vestuarios, originales de Carlos Cytrynowski para la puesta de 1995, repuestos ahora por Renata Schussheim.
Luego seguiría una maravillosa escenificación de los tres bocetos sinfónicos que integran el ciclo La Mer, en la cual fueron visibles las evoluciones propias del medio acuático. Fue una perfecta conjunción de los movimientos de danza con la riquísima paleta de matices sonoros de Debussy y la naturaleza de los vaivenes oceánicos. Esta coreografía data de 1985, pero fue la primera vez en ser abordada por el Ballet del Teatro Argentino.
Finalmente, de nuevo con Ravel, tuvo lugar un estreno: Daphnis et Chloé. Nació pensada por el propio compositor como una sinfonía coreográfica, y Les Ballets Russes de Diaghilev la bailó por primera vez en 1912. Esta renovada concepción de Araiz, particularmente poética, plasma a la perfección la historia del descubrimiento amoroso de los jóvenes protagonistas, en su origen un cabrero y una pastora, dotados no obstante de absoluta universalidad.
Cabe felicitar a los responsables de haber montado y ofrecido este precioso espectáculo, que pudo ser admirado tanto desde el punto de vista visual como auditivo. Ojalá marque el inicio de una deseable continuidad. Germán A. Serain
Fue el 30 de octubre de 2018
Teatro Coliseo
M. T. de Alvear 1125 – Cap.
(011) 4816-3789
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