Beethoven decía que el día en que el destino llamase a su puerta lo haría con las cuatro con que se inicia su Quinta Sinfonía. Y algo de cierto debe de haber en esta idea, porque esas cuatro notas se convirtieron en el inicio más preclaro y reconocible que se haya escrito para una obra sinfónica. Esta obra que, integrada de manera definitiva al repertorio orquestal, a pesar de lo conocida nunca deja de producir un notable efecto dramático, fue la que ocupó la segunda parte del concierto anual que ofrece la Asociación Cultural La Bella Música en el Teatro Avenida, una institución privada fundada por Patricia Pouchulu, cuyo objetivo es la promoción de los músicos argentinos y las grandes obras del repertorio universal.
El programa, iniciado con la bellísima y climática obertura Las Hébridas de Felix Mendelssohn, incluyó también el famoso Concierto para violín Op. 35 de Piotr Ilich Tchaikovsky, una de las cumbres para este instrumento, donde se lució de un modo muy particular ese gran músico que es Xavier Inchausti, quien logró subyugar a la audiencia con su ejecución de este trabajo, en el cual el compositor no ahorró dificultades al solista. No por nada Leopold Auer, a quien esta obra le estuvo inicialmente dedicada, rechazó el compromiso de estrenarla, debido a sus complejidades.
Un hecho que merece ser destacado es que, al terminar el primero de los tres movimientos de este concierto, el público estalló en aplausos, sin respetar el protocolo que indica que en una obra orquestal no debe aplaudirse entre un movimiento y otro. Y merece ser destacado por varios motivos. Por empezar, habla de lo irrefrenable que fue el impulso generado por la interpretación, tanto del solista como de la orquesta. Ya antes, justo al terminar la cadenza del concierto, pudo sentirse en el aire la disposición de la gente de ponerse a aplaudir, como si se hubiese tratado de un festival de jazz. Claramente el público que colmó el Avenida no es el mismo que por lo general asiste a conciertos sinfónicos, que probablemente no hubiese incurrido en este desliz. Y esto es algo para celebrar, pues evidentemente se cumple el objetivo planteado por la Asociación. Pero también debe celebrarse el que la música tenga todavía el poder de transmitir emociones que nos colocan más allá de las formalidades académicas, que en ocasiones vale la pena dejar de lado.
La orquesta de La Bella Música, integrada por una selección de los mejores instrumentistas de nuestro medio, se lució con un sonido generoso y preciso, que hizo olvidar el carácter habitualmente seco del Teatro Avenida. Por su parte, Patricia Pouchulu demostró que, además de ser una excelente productora y organizadora, lleva en su sangre el empuje necesario para lucirse en el podio orquestal, con toda la energía requerida por la circunstancia, pero sin perder por ello su femineidad. El hecho de que las tres obras presentadas formen parte del repertorio sinfónico más frecuentado, no significa en absoluto que resulte un menor desafío su interpretación sino todo lo contrario, pues al existir mayores puntos de comparación, muchos de gran envergadura, se plantean comparaciones que no por odiosas dejan de ser inevitables. Lo cierto es que el desafío planteado fue sorteado honrosamente, con una calidad musical realmente destacable. Germán A. Serain
Fue el 5 de diciembre de 2013
Teatro Avenida
Av. de Mayo 1222 – Cap.
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