Hacía muchos años que había ido por última vez a El Palacio de la Papa Frita. Tenía un grato recuerdo de sus crepitantes papas soufflée y el periodista gastronómico Alejandro Maglione me había hablado de las exquisitas milanesas. Pero grande fue mi desilusión.
Apenas se entra al recinto de la avenida Corrientes, un vaho de aroma al susodicho tubérculo embebido en aceite se cuela por doquier. Se podrá decir ¿y qué pretende, si es el palacio? Pero la intensidad aromática es llamativa y no muy agradable. A propósito, de palacio no tiene nada, dos grandes salones en planta baja y primer piso, con cero gracia e iluminación a lamparita económica. Eso sí, los precios son de palacio.
Gran cantidad de menús ejecutivos, cenas de determinados días y ofertas varias componen la profusa carta, bastante compleja para saber si es conveniente plegarse a alguno de esos ofrecimientos o elegir el plato que uno quiera sin otros aditamentos. Yo quería milanesa de pollo con las famosas papas y eso fue lo que pedí. Un mozo con poca simpatía y cara de “tengo ganas de irme” trajo el pedido. La milanesa no era nada especial y la carne del pollo no había sido bien preparada, pues aparecieron cartílagos y alguna otra cosa indefinible. En cuanto a las papas, de crepitantes nada, de sabrosas menos, de infladas sólo algunas.
Una llamada interrumpió mi comida y, como consecuencia, se enfrió. Pedí al mozo que me hiciera el favor de calentar la milanesa pero agregara papas recién salidas. Al volver, con mueca de enfado, y casi retándome dijo: “por esta vez no le cobro otra porción”. Puse cara de pucherito y casi digo “perdón, papá…”. Menos mal que no me obligó a comerlas todas. Martin Wullich
El Palacio de la Papa Frita
Av. Corrientes 1612
(011) 4374-0920
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