El rostro del daguerrotipo delata los rasgos de una mujer de no más de veinte años, o quizás menos. Con los labios firmemente cerrados, la joven Camila O’Gorman -la pecadora del libro de Florencia Canale– posa ataviada como una muchacha de su época y condición social, frente al aparato que congelará su imagen y nos permitirá saber cómo era físicamente. Quien se tome algunos minutos para estudiar esa imagen experimentará un montón de sensaciones encontradas. Y se preguntará qué pensaría en ese momento la joven de mirada melancólica, qué terrores la asolarían, y si imaginaría que después de esa toma sus días estaban contados, o que viviría una historia de amor con un cura que sería llevada al cine. O a la literatura.
Florencia Canale ha publicado ya varias novelas históricas sobre la vida pública y no tan pública de personajes de nuestra historia, por ejemplo Damasita Boedo, los amores de Belgrano, los amoríos de Juan Manuel de Rosas, y una novela sobre la licenciosa y sagaz Ana Perichon. Como expandiendo el horizonte, la autora hace un esbozo novelado de la vida de una de las mujeres más apasionadas de la sociedad porteña de los tiempos del Restaurador de las Leyes, niña mimada de la crema y nata de entonces y nieta de «la Perichona».
Pecadora lleva al lector a ver la vida de Camila O’Gorman desde los dolores de parto de su madre Joaquina hasta los balazos que acabaron con su vida, la de su amado y la del hijo que llevaba en el vientre. El punto de partida: un prólogo que empieza a dar cuenta de la estrecha relación entre la niña Camila y su abuela paterna y cómo se empieza a forjar en aquella la fuerza impetuosa de un espíritu que anhela conocer la vida y el amor verdadero.
La novela abunda en precisión y profusión a la hora de poner al lector en el mismísimo contexto en que vivieron los protagonistas. La autora no escatima detalles, describe con pelos y señales los sucesos que llevaron al fusilamiento de Manuel Dorrego y el ascenso al poder de Rosas, las intrigas políticas, el bloqueo anglo-francés, la encendida pasión de Rosas por la arrolladora Encarnación Ezcurra y su costado salvaje con “La Edecanita” y Eugenia Castro; los hijos naturales del Restaurador y del influyente padre Elortondo; los acuerdos entre familias para que los hijos se casaran bien.
En la mentalidad de siglo veintiuno es difícil entender por qué se castigó con el fusilamiento un amor tan puro como el de Camila y el Padre Ladislao Gutiérrez. Florencia Canale se toma el paciente trabajo de dar a entender las motivaciones que llevaron a Adolfo O’Gorman a dar el visto bueno para la ejecución de su propia hija, y las motivaciones de Rosas que lo llevaron a sellar con su firma la suerte de los desgraciados amantes.
A medida que se avanza en la lectura se puede ir trazando en la mente una aproximación al carácter de los protagonistas. La autora pinta como en un crudo lienzo las hipocresías de la sociedad de entonces, que miraba la paja en el ojo de Camila y de Ladislao sin antes quitarse la viga del ojo propio. Ladislao y Camila fueron carne de cañón de un modo de ver la vida, de un modo de ver el poder.
Camila fue acaso tan pecadora como Ana Perichon, con la misma pulsión de vida que la otrora amante del Virrey Liniers. Digna heredera de su abuela paterna, Camila O’Gorman mostraba más arrojo que astucia; cualidad que quizá le hubiera permitido llegar a anciana, como su abuela paterna, sin renunciar a vivir su amor con Ladislao. Viviana Aubele
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Pecadora
Florencia Canale
384 páginas
Editorial Planeta
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