NIKI GOLDIN, a girar mi vida

El artista propone una fusión de vida y arte, de teatro y religión

El poeta Rumi es el creador de los giros del sufismo, esa práctica ritual sagrada que tiene que ver con el simple hecho de girar. El giro es un encuentro con Alá y con el propio ser, es también un acto de oración. El orante se prepara para el giro con una serie de inclinaciones, como las que realiza el musulmán hacia la Meca. Hay que aclarar que el sufismo es la rama mística del Islam. Niki Goldin se acercó a ella porque la vio como la religión del amor. Y encontró en el giro ese gran acto de amor hacia Dios que le permite recordar su esencia con el corazón.

La luz del corazón llevo por guía (Juan de Tassis y Peralta, Conde de Villamediana).

Niki es artista visual, performer y actor. Como creador  contemporáneo, se nutre de diversos lenguajes para dar forma a su arte. El 25 de julio, para su cumpleaños, en plena cuarentena y desde su terraza, eligió realizar la práctica ritual del giro sufi para transmitirla en vivo desde su cuenta de Instagram. Citar o apropiarse de un ritual de la religión islámica es un gesto que lo vincula con el arte de Shirin Neshat. Un acto de suma belleza, con una estética propia que toma el arte efímero para acceder a lo trascendente.

No es casual que Niki Goldin haya elegido realizar este ritual-performance el día de su cumpleaños. Desde Byung-Chul Han leemos lo siguiente: «Los rituales configuran las transiciones esenciales en la vida. Son formas de cierre. Sin ellos, nos deslizaríamos de una fase a otra sin solución de continuidad. Los ritos de paso, rites de passage, estructuran la vida como si fueran sus estaciones. Quien traspasa un umbral ha concluido una fase vital y entra en otra nueva».

Niki traspasa este umbral (atravesando su natalicio, y también la línea divisoria entre religión y arte) y se afianza como artista de lo liminal, entendiendo este concepto no sólo como límite sino como lugar de pasaje, frontera o puente. El acto de girar, más allá de sus implicancias religiosas, puede considerarse una performance en sí misma, a pesar de que por el hecho de estar en cuarentena, sus espectadores fueron virtuales, lo que lo acerca a la video-performance.

Desde el crítico Jorge Dubatti interpretamos el acontecimiento teatral como «toda aquella práctica en la que se verifique, de manera completa o fragmentaria, continua o discontinua, la matriz de acontecimiento convivio + poiesis corporal + expectación. La matriz es tan abarcadora que las combinaciones internas resultan ilimitadas». Lo teatral desborda cualquier límite que se le quiera imponer. Alcanza hoy los festejos religiosos, los escraches políticos, la actuación en espacios públicos o los medios de transporte, la narración oral, las esculturas vivientes, entre otros. En este contexto de pandemia están surgiendo nuevas formas que toman elementos de lo teatral, pero reemplazan el convivio por el tecnovivio (reunión con mediación tecnológica).

Otro elemento que no resulta casual es que el performer haya elegido realizar sus giros en la terraza de su propio hogar. Por otra parte, es lo que hacen forzosamente los artistas en estos tiempos. La imposibilidad de reunirse en un espacio público los lleva a convertir sus propias casas en un teatro, a hacer que lo público y lo privado se mezclen, a teatralizar un espacio cotidiano. Con Han, vemos que «los rituales se pueden definir como técnicas simbólicas de instalación en un hogar. Transforman el «estar en el mundo» en un «estar en casa» […]Hacen habitable el tiempo. Es más, hacen que se pueda celebrar el tiempo igual que se festeja la instalación en una casa». Esto inevitablemente nos remite a la idea de Heidegger que dice que el lenguaje es la casa del ser (el lenguaje entendido en su sentido amplio, que incluye al arte).

Nicolás está encaminado en una búsqueda espiritual profunda y esto implica un movimiento que lo lleva a alejarse del propio ego. Sus inquietudes lo acercaron al sufismo; si bien hoy ha tomado una distancia de la comunidad sufi, conserva sus creencias y ciertas prácticas o hábitos. Hace algunos años, al iniciarse en la religión, el Sheij le dio un nombre: Abdul Salam (dador de paz). Él nos cuenta: “As Salam es uno de los 99 nombres de Alá y significa paz. Abdul Salam sería el servidor de Alá para dar la paz. El nombre tiene dos sentidos: es la cualidad inherente a la persona porque resuena con esa energía y, al mismo tiempo, es aquella cualidad que la persona tiene que trabajar en su vida. Ese es el símbolo de recibir un nombre, una cualidad. Es propio de cada persona, pero al mismo tiempo debe trabajar esa cualidad en su ser para poder manifestarla”.

Otras búsquedas de Niki se encaminan hacia lo queer; eso lo lleva, por ejemplo, a leer el amadísimo (Al-Wadud, uno de los 99 nombres de Alá) como “le amadísime”. “Dios no tiene género”, explica, y es por eso que traslada un fragmento del libro del Islam Los más bellos nombres al lenguaje inclusivo. ¿será también otra forma de interpretar lo liminal?

Conectarse con la oración y con una práctica ritual que, en un principio está destinada a realizarse en comunidad, lo conduce a liberarse de los límites que lo encierran en su propio ser y a desplegar su aura en comunión con otros y otras, aunque sea a la distancia.  Como obra de arte en movimiento, Niki convierte el giro sufi fundamentalmente en un acto donde el estar presente, el aquí y ahora, tan necesarios en la oración y la meditación, convergen con el aquí y ahora que constituyen el arte aurático del que hablaba Walter Benjamin. Este acto de estar presente, concentrado, girando sobre el propio eje, paradójicamente no encierra al girador en su propia interioridad sino que lo ayuda a vaciarse de sí: «Quien se entrega a los rituales tiene que olvidarse de sí mismo. Los rituales generan una distancia hacia sí mismo, hacen que uno se trascienda a sí mismo. Vacían de psicología y de interioridad a sus actores».

Nada más oportuno para aproximarse al ritual performático de Niki Goldin que pensar en la idea de símbolo que encontramos en el famoso mito de Aristófanes en el Banquete de Platón. Allí se nos relata que al principio todos los seres humanos eran seres esféricos. Zeus los parte en dos por su arrogancia. «Desde entonces el hombre es un symbolon que añora su otra mitad, una totalidad que lo sane y lo salve. «Juntar» se dice en griego symbállein. Los rituales son también una praxis simbólica, una praxis de symbállein, en la medida en que juntan a los hombres y engendran una alianza, una totalidad, una comunidad» (leemos en Han).

No solo el giro sufi -como se comentó anteriormente- está concebido para ser realizado en comunidad, lo que ya nos refiere a una práctica que tiene que ver con esta alianza simbólica, sino que este giro también se propone de alguna manera reunir dos mitades que son la de lo humano y la de lo divino. Asimismo, al transformar este ritual religioso en ritual artístico nos hallamos ante la dimensión simbólica de la obra de arte, que implica un acto de reunir dos partes también: al espectador y al artista.

Han propone lo siguiente sobre las prácticas rituales: «Estabilizan la vida gracias a su mismidad, a su repetición. Hacen que la vida sea duradera. La actual presión para producir priva a las cosas de su durabilidad». El acto de girar una y otra vez, este acto de repetición al estilo de un mantra, es una manera de generar duración en un mundo efímero y líquido, una invitación a detenerse que es la misma que hallamos en las fiestas religiosas y las obras de arte. Todo lo contrario a lo que propone la cultura consumista que se funda en la obsolescencia programada. Las prácticas rituales no tienen fecha de vencimiento; es más, desde su repetición nos proponen cerrar y abrir ciclos, en un acto de renovación constante.

Es por ello que la performance de Niki Goldin cobra especial relevancia en estos tiempos. La humanidad ha cerrado un ciclo y quizás comience otro. En la era de lo virtual, donde el cuerpo ya se venía dejando de lado, y donde ahora no podemos poner el cuerpo porque resulta fuente de contagio, reencontrarnos con los rituales es otra manera de acceder al aura, aunque se prescinda del cuerpo presente. Los giros teatrales del artista nos conectan con la esencia del teatro, que es fundamentalmente un rito. Milly Vázquez

Instagram Niki Goldin
El cielo gira
Vuelta al sol
Brillos de amor (performance 25 de julio)

N. de la A.: Este artículo realiza un abordaje de la obra de Niki Goldin, sobre la base del texto La desaparición de los rituales, del filósofo surcoreano Byung-Chul Han. Todas las citas corresponden a este texto, salvo que se indique otra fuente de referencia.

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