Menem (serie TV, 2025) – Género: biografía, comedia dramática – Elenco: Leonardo Sbaraglia, Sergio Gabriel D’Angelo, Juan Minujín, Griselda Siciliani, Jorgelina Aruzzi, Marco Antonio Caponi, Cumelén Sanz, Alberto Ajaka, Violeta Urtizberea – Música: Sergei Grosny – Fotografía: Félix Monti, Magdalena Ripa Alsina – Guion: Mariana Levy, Federico Levin, Luciana Porchietto, Silvina Olschansky y Guillermo Salmerón – Dirección: Ariel Winograd
Menem, el show del presidente se arroja al desafío de desentrañar los años fundacionales de la presidencia de Carlos Saúl Menem. La serie de seis episodios se zambulle en un período convulso, desde la interna con Antonio Cafiero hasta la trágica muerte de Carlos Menem Jr. No obstante, más allá de la reconstrucción de época y las actuaciones, la ficción plantea interrogantes sobre la memoria colectiva y la construcción del relato histórico en la Argentina.
Su trama traza un arco narrativo que privilegia la frivolidad y el brillo superficial que caracterizaban al personaje principal. Si bien exhibe un formato pseudodocumental, con escenas que calcan material de archivo, la profundidad política se diluye. La miniserie presenta al ex presidente casi como un salvador económico, desatendiendo la compleja realidad de un país al borde del abismo. La tragedia de su hijo ancla el inicio de la trama, pero luego el paso cronológico se apoya en un superficial recorrido por eventos como el Plan de Convertibilidad o el atentado a la AMIA. Este último, si bien se destaca como uno de los mejores capítulos, carece de la contundencia necesaria para analizar la responsabilidad política.
El drama político original cede espacio a un thriller oscuro cuyo enemigo invisible es la ambición por el poder, una reflexión válida pero que se queda a medio camino. La serie se permite saltos temporales, ignorando la riqueza de ciertos hechos históricos en favor de una lectura más superficial. El quiebre de la cuarta pared, a través del personaje del fotógrafo presidencial, busca un guiño al espectador, pero a su vez introduce un narrador ficticio que, si bien funciona como eje de la historia, erosiona la línea entre documento y ficción. Menem opta por un balance inestable entre el drama familiar y el humor político, con una lejanía de la realidad que pone en riesgo la comprensión del impacto político real y merece una mirada crítica.
La dirección de Ariel Winograd y el trabajo actoral constituyen un pilar fundamental en la construcción de este universo ficcional. Leonardo Sbaraglia, en un trabajo de caracterización notable, logra una personificación convincente del ex presidente, un logro que requirió un meticuloso proceso de maquillaje y peinado. Griselda Siciliani, como Zulema Yoma, ofrece una interpretación magistral: su trabajo con la voz, los modismos y las entonaciones de Zulema es digno de elogio. El elenco principal, con Juan Minujín, Jorgelina Aruzzi, Marco Antonio Caponi y Guillermo Arengo, complementa la labor de los protagonistas. Resulta interesante cómo la serie entreteje personajes reales con figuras ficticias que, no obstante, se inspiran en arquetipos de la época. Mónica Antonópulos, en su brillante encarnación de María Julia Alsogaray, Alberto Ajaka como Emir Yoma y Campi en el rol de Domingo Cavallo recrean con solvencia a figuras clave del entorno menemista.
La serie, aunque se anuncia como ficción, juega con la memoria insertando hechos históricos con sutiles pero significativas alteraciones. La presencia de los Menemóviles, la asunción anticipada, el dramático desalojo de Zulema de la Quinta de Olivos, la controvertida relación con Mohamed Alí Seineldín, las «brujas» de Menem y la icónica foto de María Julia, todos estos elementos encuentran un correlato en la realidad. Sin embargo, la inclusión de personajes completamente ficticios, como la vedette Sandra Silvestre o el fotógrafo Olegario Salas, y un par de asesores inventados, si bien buscan propósitos narrativos o simbólicos, erosionan la pretensión de ofrecer un retrato más fiel. El riesgo reside en la confusión que esto puede generar en un público que quizás no vivió o no conoce en profundidad esos años.
La serie, en definitiva, funciona como un espejo deformado. Refleja aspectos del menemismo, pero con una distorsión que privilegia el entretenimiento sobre la rigurosidad histórica. Menem, el show del presidente, invita a una reflexión ineludible sobre las consecuencias del poder y el alto precio que, tarde o temprano, se paga. No obstante, la crítica que plantea la serie se queda a medio camino, sin la agudeza necesaria para hurgar en las profundidades de un período que, para bien o para mal, marcó un antes y un después en la historia argentina. La ficción se queda corta, sí, pero su llegada a las pantallas nos obliga a repensar cómo narramos y consumimos nuestra propia historia. ¿Estamos listos para un análisis más crudo del menemismo, o preferimos el consuelo de una versión que diluye sus aristas más incómodas? Cristian A. Domínguez
Disponible en Prime Video
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