María (2024, Reino Unido, 112 min.) – Género: Drama– Reparto: Noa Cohen, Ido Tako, Ori Pfeffer, Hilla Vidor, Dudley O’Shaughnessy, Anthony Hopkins, Mili Avital, Stephanie Nur, Gudmundur Thorvaldsson, Salim Benmoussa, Keren Tzur, Mila Harris, Susan Brown, David Gant, Eamon Farren, Allon Sylvain – Música: Tim Williams – Fotografía: Gavin Struthers – Guion: Timothy Michael Hayes – Dirección: D. J. Caruso – Distribuido por: Netflix
Diciembre es un mes cargado de significado para la grey cristiana, sea cual fuere su denominación, y la industria cinematográfica suele aprovechar tales ocasiones. A principios de diciembre de este año, Netflix lanzó la película María, que intenta ser un recorrido por los años de la madre de Jesucristo desde el anuncio hecho a sus padres, Ana y Joaquín, hasta la presentación de su hijo Jesús en el Templo.
Es cierto que para las películas biográficas (o, como se las conoce comúnmente, biopics) el desafío consiste en llenar los espacios vacíos que deja la historia o, en este caso, los relatos bíblicos, sin que el resultado carezca de credibilidad. Quien lee los cuatro Evangelios no va a hallar demasiados detalles sobre María y José, salvo los necesarios para contextualizar el nacimiento de Jesús. Por ejemplo, el Evangelio de Mateo menciona la concepción por el Espíritu Santo y la advertencia del ángel del Señor (cuyo nombre no menciona el autor) para que José despose a María pese a estar ella encinta. Recordemos que en las culturas orientales, toda mujer hallada en adulterio o en fornicación (que sería el caso de María) era, y sigue siendo, pasible de morir apedreada. El Evangelio de Lucas pone más foco en la Anunciación por el ángel Gabriel. Ni Marcos, que es el segundo de los tres Evangelios sinópticos, ni Juan dicen una sola palabra de cómo eran las vidas de María y José antes de la irrupción de Jesús en la historia.
El rol principal está a cargo de una discreta Noa Cohen, y de Mila Harris como María de niña. Respecto del esposo de María, se eligió a Ido Tako, que representa a un joven José. Qué edad tenía José al momento de su compromiso con María es tema de debate. Sea como fuere, el José que se ve en la película no convence. Como contrapeso, mencionamos la labor de Susan Brown como Ana, la profetisa que servía en el templo según el Evangelio de Lucas, y a Anthony Hopkins como Herodes el Grande. Hopkins nunca falla, pero uno se pregunta por qué un actor de su talla, con una hoja de ruta extraordinaria, se expondría a participar de una película de estas características.
La película tiene un punto de conexión demasiado endeble con lo que se relata en estos dos Evangelios; el resto varía entre lo que puede colegirse de las fuentes extrabíblicas (supuestamente, el Protoevangelio de Santiago) y lo que engendra la especulación pura y dura. Para equilibrar esta fragilidad, los efectos especiales se acercan más a los de una película del tipo de Star Wars que a una historia sobre la mujer más venerada y respetada por la cristiandad. La veracidad de muchas cuestiones que se incluyeron en esta producción choca de plano con las fuentes bíblicas mencionadas. Podríamos dedicar varias páginas a describirlas con lujo de detalles, pero no es la idea aburrir a nuestros lectores. A modo de ejemplo, en la película, María recibe el anuncio de su concepción virginal en el Templo de Jerusalén, cuando el Evangelio de Lucas indica que “el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada…” (versión Reina-Valera 1960). A ambos sitios los separan más de cien kilómetros, una distancia muy difícil de cubrir para los medios de transporte de aquella época. Y ya que mencionamos a Gabriel, la caracterización de Dudley O’Shaughnessy se parece más a la de Satanás, a cargo de Eamon Farren, que a la de un arcángel al servicio de Dios.
Otra cuestión que deja perplejo al conocedor del texto bíblico es la seguidilla de peripecias, al mejor estilo Hollywood, que María debe pasar durante su gravidez. Si bien los Evangelios guardan silencio respecto de muchos detalles, podríamos preguntarnos por qué Lucas habría callado algo tan grave como que a María la hubiesen intentado apedrear los celosos judíos por su embarazo fuera del matrimonio, siendo esto considerado un delito punible con la muerte, y más tratándose de quien llevaría en su vientre al Mesías.
La producción es de Joshua Harris, padre de Mila, y a quien el público evangélico podría confundir con su homónimo, el expastor Joshua Harris. No obstante, en los créditos figura nada menos que Joel Osteen, el inconfundible televangelista como parte del equipo de la producción. Sorprende, entonces, que habiendo alguien supuestamente formado en un seminario teológico, la película se aparte casi por completo de la fidelidad bíblica. O Joel Osteen fue engañado miserablemente, o nos está engañando miserablemente a todos.
Como recomendación final, podríamos señalar que María es una película para tomar con pinzas y mirar con una lupa enorme. El espectador podría hacer de cuenta que puede cambiar los nombres de los protagonistas por otros, y obtendrá una interesante película de acción. O puede dejar los nombres tal como están, con el riesgo de que la sensación de cringe, o vergüenza ajena, recorra su espina dorsal. Viviana Aubele
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