MARÍA DE BUENOS AIRES, pintura ciudadana

Estupenda puesta en escena del clásico de Piazzolla y Ferrer, con gran lucimiento vocal e instrumental

María de Buenos Aires – Intérpretes: Guillermo Fernández, Horacio Ferrer, Julia Zenko, Mario Filgueira y cuerpo de bailarines – Vestuario: Luciana Gutman – Escenografía: Tito Egurza – Iluminación: José Luis Fiorrucio – Coreografía: Oscar Araiz – Dirección musical: José Carli – Bandoneón: Néstor Marconi – Autoría: Horacio Ferrer, Astor Piazzolla – Dirección: Marcelo Lombardero

La operita no es nueva. Pero se renueva en cada puesta. En esta es llamativo el aspecto estético y plástico, a través de la escenografía -entre proyecciones y elementos reales-, la coreografía, el vestuario y la iluminación plena de contrastes. Asimismo, se han utilizado maquinarias que elevan la orquesta, que separan del escenario al escritor de la historia, y generan terrazas de un Buenos Aires por descubrise en los versos de Horacio Ferrer.

Ella, María de Buenos Aires, invade el sueño de ese poeta y desvela al duende de la ciudad. Llega hasta el averno, resurge y se encuentra condenada a vagar con el susodicho duende. María encuentra en Julia Zenko una intérprete que todo lo soluciona con su voz portentosa y su amplio registro, su transmisión, su vibración en armonía. Guillermo Fernández -el duende- es el complemento ideal, con su notable decir, con una voz seductora y melancólica, a la vez fuerte y profunda.

También aparecerán las 3 Marionetas Borrachas de Cosas, los Hombres que volvieron del Misterio, el Payador, las Madamas para acompañar a esa inspiradora del poeta, quien reflejará amores y penas mientras dure la vida. El texto de Ferrer es poéticamente sublime, mágico y misterioso –como Buenos Aires en el decir de Borges-, generador de mil y una ideas, provocador y onírico. ¿Pero es el mismo Ferrer el intérprete ideal de sus propios versos?

Es atractiva e impecablemente sensual la coreografía de Oscar Aráiz. El director Marcelo Lombardero supo aunar todos los detalles para presentarnos una historia autóctona en envase de lujo. Musicalizada magistralmente por la orquesta de José Carli, cuenta -entre otros notables- al Maestro Néstor Marconi en bandoneón y a Ricardo Lew en guitarra. Ellos son los responsables del broche de oro: la música de Astor Piazzolla. Martin Wullich

Se dio hasta fin de octubre 2008
Teatro Nacional Cervantes

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