La peste blanca – Actúan: Pablo Faletti, Esteban Fiocca, Matías Garnica, Adrián Gindín, Luciana Martín, Leonardo Nachman, Ariel Ragusa, Aramis Schwanek, Fernanda Sforza, Carmen Stigliano – Vestuario y Ambientación: Silvia Bonel – Caracterización: Dora Roldán – Iluminación: Miguel Solowej – Música: José Antonio Amato – Dramaturgia: Karel Čapek – Adaptación: Federico Reggiani – Dirección: Diego Cosin
Siempre hubo artistas capaces de vislumbrar la realidad que los circundaba con un grado de conciencia superador al del promedio de sus contemporáneos. Muchas veces, esa lucidez les permitió inclusive profetizar tiempos que todavía se hallaban en lo porvenir. Es el caso del escritor checo Karel Capek (1890-1938), reconocido por haber sido, allá por el año 1920, quien concibiera la idea del robot. Fue el primero en utilizar esta palabra, en una obra titulada R.U.R. Robots Universales de Rossum, anticipándose asimismo en más de seis décadas a la esencia de films como Blade Runner de Ridley Scott.
Diego Cosin, quien en 2016 tomara a cargo la puesta de aquella obra, reincide ahora con otro trabajo del mismo dramaturgo: La peste blanca. En este caso, aun cuando resulte inevitable pensar la pieza como un eventual presagio alusivo a la pandemia de Covid 19, la mirada no está dirigida tanto a un futuro posible como a tejer una metáfora sobre una realidad que Capek podía ver, con presumible espanto, a su alrededor. Es que este título fue escrito en 1937, cuando el nazismo ya asolaba Europa.
La ficción propone una misteriosa enfermedad, contagiosa y mortal, surgida en China, que se propaga sin control y pone en jaque a la humanidad. La peste, terriblemente penosa, solo afecta a personas mayores de 45 años, por lo que no deja de ser vista con cierta complacencia por algunos jóvenes, que descubren que pueden escalar posiciones a medida que los adultos fallecen. También quedan a la vista las miserias propias de la ciencia médica, que encuentra un terreno fértil para realizar negocios con beneficios personales.
Un dictador se prepara para lanzarse a una guerra de conquista tras haber encontrado una solución ideal para lidiar con la peste: planea encerrar a todos los contagiados en enormes campos de concentración, donde dejará que los enfermos mueran, escondidos de la vista del mundo. Mientras tanto, un médico ignoto descubre una cura efectiva para la peste blanca. Pero pone una condición imposible para compartirla con el mundo: que los líderes de las naciones se comprometan a detener todo conflicto bélico y garantizar una paz mundial duradera.
Planteada de este modo, la obra tiene una actualidad inquietante. Los dilemas éticos, sanitarios y políticos, planteados en un escenario global, se revelan como irresolubles. Más allá de toda razonabilidad, el interés de unos chocará inevitablemente con los intereses de otros, desdibujando las fronteras de lo deseable.
Respaldada por un buen trabajo del equipo actoral y sacando provecho de un espacio escénico acotado, la versión de Cosin pone el acento en lo paródico, volcándose por momentos a la caricatura, logrando restarle dramatismo a lo narrado. El planteo, tremendamente contemporáneo, es el dilema de quién decide quién tiene derecho a vivir y quién debe morir en una situación de crisis. En este contexto, la mayor crítica que le podemos hacer al director tiene que ver con una decisión artística: Cosin nos muestra el mal encarnado de una manera que linda con lo ingenuo. Como si los malos no fueran necesariamente perversos, sino más bien estúpidos.
Ahora que releemos la frase con la que hemos concluido el párrafo anterior, dudamos. La escena es contemporánea, y quizás esa banalidad de la caricatura no sea sino otra metáfora, de lo más tremenda. Finalmente, es la ignorancia de la gente la que determina que la tragedia en La peste blanca sea inevitable, incluso cuando aparezca disfrazada de comedia. Germán A. Serain
Sábados a las 22.30
(hasta el 30 de agosto de 2025)
Teatro Patio de Actores
Lerma 568 – CABA
(011) 4772-9732
Entradas por Alternativa Teatral
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