LA FLAUTA MÁGICA, encantamiento vigente

Un Papageno borracho rescata el espíritu original del singspiel

La flauta mágica (Wolfgang Amadeus Mozart) – Intérpretes: Santiago Bürgi, Gabriel Carasso, Oreste Chlopecki,  Laura Pisani, Sonia Stelman – Régie: María Jaunarena – Dir. musical: Hernán Schvartzman

Pasaba desde antes de Francisco, y seguramente va a continuar sucediendo: siempre hay quienes pretenden ser más papistas que el propio Papa. Trasladada esta idea al terreno de lo estético, siempre hay quien pretende darle al arte una solemnidad que, en ocasiones, termina siendo mayor a la que el mismo creador consideró, pero por suerte también hay sanas excepciones, y esta es una de ellas. Mozart ha sabido combinar felizmente el humor con la reflexión y el virtuosismo con la belleza, y La flauta mágica sintetiza a la perfección esta condición dual. Hay géneros musicales que reclaman cierta cuota de seriedad. No es el caso del singspiel, un género lírico típicamente alemán, de corte cómico, aunque también incluya pasajes que invitan a una reflexión edificante.

En La flauta mágica, este ingrediente está muy comprometido con los valores y rituales propios de la masonería, a la cual Mozart se acercó durante su etapa vienesa. Por supuesto, algunas ideas entran en colisión con el contexto cultural actual: en una sociedad que discuta si una golosina con sorpresa debería o no distinguir entre contenidos para niños y niñas, podría temerse que alguien quisiera prohibir esta obra de un momento a otro debido a los preconceptos que por momentos detenta en relación a la mujer (de juicio y temperamento poco fiables) y la raza negra (representada en el malvado y libidinoso Monostatos). Amparémonos en el hecho de que todo esto fue escrito por el libretista de Mozart, Emanuel Schikaneder, en un momento muy diferente.

Esta nueva versión de La flauta mágica inauguró la temporada 2013 de Juventus Lyrica. La primera parte de la obra transcurrió sin demasiadas sorpresas, con una escenografía interesante y efectiva, al igual que los vestidos de las tres damas y su jefa, la temible Reina de la Noche, y una serpiente que -por el contrario- dio pena por su parecido con una pobre manguera de obras sanitarias. Pero en la segunda parte algo llamativo sucedió: en la escena en que Papageno canta solo sobre el escenario, bebiendo el vino que le han traído para compensar los sustos a los que se ha visto sometido, el personaje comienza a beber en serio… y los efectos etílicos no se hacen esperar. El canto sale desprolijo, arrastrado por efecto del licor, interrumpido por las risotadas incontrolables típicas de un borracho. Jamás habíamos visto el aria Ein Mädchen oder Weibchen cantada de un modo tan lamentable… ni tan magistral.

Pero no terminó aquí el episodio porque, generoso, Papageno convidó de su vino, primero al director Hernán Schvartzman, y luego a los integrantes de la orquesta. Como resultado, también los músicos se plegaron a esta interpretación, digna de una taberna, acompañada por las carcajadas de un público que hasta el momento había mostrado un entusiasmo más bien medido. Bien hecho.

El Singspiel es esto: algo más parecido a un espectáculo lírico de vaudeville que a una ópera de traje y moños almidonados. Nuestro aplauso para Gabriel Carasso, muy buen actor además de cantante. Y también a María Jaunarena, por atreverse a jugar de esta manera desde la dirección escénica.

Sorprendió también gratamente la Pamina de Sonia Stelman, con una voz cálida y plena de matices, así como el Sarastro de Oreste Chlopecki. El Tamino de Santiago Bürgi no merece reparos, aunque su lucimiento hubiese sido mayor con algo más de volumen en la emisión. En cuanto al rol de la Reina de la Noche, un desafío para cualquier soprano, Laura Pisani demostró que podía con las temibles escalas que Mozart escribió para su cuñada Josepha Hofer, aunque tal vez la atención estuvo demasiado puesta en resolver estos pasajes, en desmedro de la actitud general del personaje. Musicalmente el trabajo del director y la orquesta fue correcto.

Cabe pensar si no sería un buen efecto, en ausencia de un tenor que se atreva a tocar la flauta travesera (Papageno hizo lo suyo con la flauta de Pan, si bien es algo más sencillo), darle presencia a la flauta del título a través de un solista en escena, o ubicado al menos en un palco, en lugar de en el foso, donde el sonido de este protagonista central de la obra inevitablemente queda en segundo plano. Germán A. Serain

Fue el 21 de abril de 2013
Teatro Avenida
Av. de Mayo 1222 – Cap.
(011) 4381-0662
Sitio Web Hernán Schartzman

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