Podría iniciar el comentario de esta Giselle hablando de sus protagonistas, Paloma Herrera y Juan Pablo Ledo, junto a los integrantes todos del Ballet Estable del Teatro Colón, que brindaron una estupenda función del clásico de Adolphe Adam, con la versión coreográfica de Lidia Segni basada en la original de Jean Coralli, Jules Perrot y Marius Petipa. Podría seguir por la puesta en escena, impecable, la iluminación creadora de los climas precisos donde se marcan la alegría o el drama. No dejaría de lado a la Orquesta Filarmónica que cumplió una labor destacable dirigida por Emmanuel Siffert, generando la deleitable música del compositor francés.
Sin embargo, no podría dejar de lado jamás la emoción de ver el Teatro Colón a sala llena, y un público entusiasmado aplaudiendo con energía y felicidad a Paloma en su última función de Giselle. De aquí al año próximo, en que protagonizará Onieguin, despidiéndose finalmente de todos los escenarios, pocas serán las oportunidades de disfrutar a esta étoile de la danza clásica, prima ballerina del American Ballet Theatre y embajadora natural argentina.
Se podrá decir mucho de su técnica, de su entrega, de su sustancia en el personaje, de su expresividad en cada paso, pero hay un premio que todo artista sabe que es el mejor, el más esperado y apreciado, la devolución a un trabajo notable y a una vida dedicada a esta dificilísima y abnegada disciplina. Es el aplauso. Ese que no cesaba y que la obligó –junto a su excelente partenaire- a saludar una y otra vez. Ese que, una vez cerrado el telón, la obligó a volver al proscenio, conmovida, feliz y agradecida, escuchando loas a su genio, expresadas a voz en cuello, acompañadas por lágrimas de emoción que no disimulaban lo vivido. Fue una función única y superlativa. Martin Wullich
Fue el 11 de octubre de 2014
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109
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