La idea de los Pujía no pudo haber sido más original y emotiva: retratarse a sí mismos a través de su arte, del don, de la habilidad y creatividad que cada uno posee. Antonio Pujía, Sandro Pujía, Bruno Pujía, Bianca y Mauro. La muestra Pujía x Pujía los presenta como familia de artistas.
Así, Antonio plasma en sus esculturas a su hijo Sandro, y Sandro estampa fotográficamente a su padre y su obra. Ninguno de los dos deja de lado su prole, no, pues aparecen también Mauro –pensativo o desnudo-, Bianca –entre árboles y flores-, el travieso Bruno que se deleita con un helado, algunos bellos pensamientos, el amor de Adriana y también el de Amadeo, despertares, palomas y triciclos.
Son tres generaciones: artista consagrado uno, artista en pleno otro, y artistas incipientes por doquier que han alimentado su espíritu a través de años en el taller, en Gualeguaychú o en el Sívori.
Pujía x Pujía es entrar a la intimidad de una familia que comparte su vida, su expresión, transmitiendo su legado a quienes llevan su apellido en la sangre o a quienes lo adoptan por admiración del estético goce que producen sus obras. Tan sólo por eso uno se siente también un poco nieto, un poco hijo, un poco abuelo. Y los quiere, claro. Martin Wullich
Se exhibió hasta mayo 2011
Asociación Estímulo de Bellas Artes
Av. Córdoba 701 (esq. Maipú) – Cap.
(011) 4312-3274
Desde su Italia natal, Antonio Pujía llegó a Buenos Aires en 1937 y se nacionalizó argentino años después. Se formó con Alberto Lagos, Troiano Troiani, Alfredo Bigatti, José Fioravanti y Rogelio Yrurtia. Fue profesor nacional de escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y el de profesor superior de escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación Ernesto de la Cárcova. En 1956, tras ganar un concurso convocado por Héctor Basaldúa, organizó el taller de escultura escénica del Teatro Colón, del que fue jefe hasta 1970, año en que renunció para dedicarse de lleno a la creación escultórica. Más info en Wikipedia.
Pingback: ANTONIO PUJÍA, la escultura en clave poética - Martin Wullich