Alberto Martínez pasa gran parte de su vida al volante del auto. A través de su parabrisas observa un mundo moldeado por la velocidad, deformado por el movimiento y por las perspectivas que cambian, alargado por imágenes que desfilan. Su percepción del paisaje incluye tiempo y movimiento, un universo cambiante en el que se mezclan los colores. Siempre tuvo ganas de captar esas sensaciones. No quiso reflejarlas en instantáneas netas sino más bien fijar imágenes que integran ese movimiento, en el que lo esencial es lo borroso, donde nada es inmóvil. Así pues fijó su objetivo arriba de su coche y usó largas poses que fusionan los colores y dan esa impresión de tiempo y velocidad.
El método, aplicado a las luces y colores de la ciudad, le aportó nuevas imágenes. Las líneas de colores que generan las luces de neón, los carteles, las luces de la calle o de los autos, más variopintas, daban imágenes más vivas, más tornasoladas, liberadas de los únicos tonos de la naturaleza. Su foto también se hace más abstracta. Detrás del movimiento, el tema de la imagen seguía sin embargo aún identificable. Debía ir más lejos, quitar el tema de la imagen para quedarse solo con los colores y los movimientos. Quería que el espectador aprecie las imágenes por lo que son, sin tener que buscar lo que representan. Quería que uno se pare frente a sus fotografías y que las aprecie por lo que son y no por la simple representación mecánica de una realidad, obligando así a que el espectador tenga una lectura puramente sensorial, más allá de una simple mirada furtiva.
Dejó entonces de usar el trípode con lo que tiene de sistemático, como si la cámara funcionara sola, sin que se hiciera su voluntad. No era su mirada. Al retomar la cámara entre las manos, retomaba la iniciativa, Alberto Martínez se adueñaba del encuadre, encontraba una mayor libertad de movimientos. La relación cambiaba. Imponía a la cámara movimientos más libres. El resultado superó las expectativas, abriéndole posibilidades que no se había permitido, uniendo la cámara al auto. La foto, liberada del tema, volvía a sus orígenes y era solamente luz, foto como en la etimología griega. Al encontrar su libertad se abrió un campo de posibilidades infinitas, el comienzo de una larga exploración. Christian Descombes (Traducción del francés de Marcos Alonso)
Se exhibió hasta julio 2013
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