Con argentinos colores se inicia la Trilogía Neoclásica III a cargo del Ballet Estable del Teatro Colón. La celeste iluminación sobre el panorama contrasta con el blanco y sutil vestuario, que en ellos deja el torso descubierto. Hay una lograda estética. La interpretación orquestal de Vivaldi, junto al fagotista Hubert Mittermayer, con dirección de Carlos Bertazza, es brillante. El cuadro es gozoso desde lo visual. Sin embargo, desde la danza, no hay expresión. Se torna reiterativo. Desanima.
El segundo número –Fuga Técnica– es el que aporta valor y originalidad. Hay un desarrollo, un relato, con la marcación lumínica de un ring a la manera del boxeo, donde se medirán pasiones humanas, encuentros y desencuentros. Hay también entrega a la danza y un quinteto de músicos sobre el mismísimo escenario que suena atractivo y preciso para la interpretación de una partitura de Alexander Balanescu en la subyugante coreografía de Éric Frédéric. Las luces y las sombras de la historia cobran sentido, junto a los elocuentes colores y matices elegidos en la iluminación. El ritmo es vertiginoso. El clima es minimalista y atrapante. Nadia Muzyca y Federico Fernández se lucen y encantan.
Lo clásico retorna en la última parte de la Trilogía Neoclásica III con la visión de dos etéreas arañas que demarcan un salón de baile donde suena la Sinfonía en Do de George Bizet. Una pareja principal distinta hace su aparición en cada uno de los cuatro movimientos. La narración es simple. La entrega, también. Falta emoción. Al igual que en el resto del espectáculo se nota cierta desprolijidad, particularmente en ellas. Como función inicial de la Temporada de Ballet 2013, hay bastante para mejorar. Martin Wullich
Fue el 17 de marzo de 2013
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7100
Trilogía Neoclásica inicial
El Ballet Estable del Teatro Colón nació de la inquietud que en el siglo XIX surge en Buenos Aires de contar con artistas nacionales que saciaran la sed de ballet despertada por la visita de innumerables compañías extranjeras. Fue en 1925 cuando se concretó el debut de la compañía. Durante la segunda visita de los Ballets Russes de Serguei Diaghilev en 1917, el mismo Nijinski habría alentado en ese sentido a Cirilo Grassi Díaz, uno de los artífices del proyecto junto con Carlos López Buchardo. El estilo del Ballet Estable del Teatro Colón quedaría desde entonces signado por la impronta del ballet moderno, representado por Mijail Fokin y su entorno, y de allí que el primer director de la compañía fuera Adolf Bolm, formado en el Mariinski de San Petersburgo e integrante de los Ballets Russes.
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