SERENATA PARA UN PAÍS SIN SERENOS, sabor a nada

Un bache en la temporada internacional del San Martín

SERENATA PARA UN PAu00cdS SIN SERENOS - Trailer.
Actúan: Diana Griot, Lola López y Miguel Seguí – Músico: Diana Griot – Vestuario y Caracterización: Josán Carbonell – Iluminación: Leandra Rodríguez – Música: José Alamá Gil y Jesús Salvador Chapi – Autores: Lluïsa Cunillé y Paco Zarzoso – Dirección: Paco Zarzoso

Treinta euros. Con estas dos palabras termina, en algún sentido felizmente, pero dejando muchos interrogantes, esta obra producida por la Companyía Hongaresa de Teatre, fundada en 1995 por una de las actrices en escena, Lola López, y los dos autores: Lluïsa Cunillé y Paco Zarzoso, quien además oficia de director. El trabajo parece tener el objetivo de explorar los límites del género teatral. La puesta en escena es mínima: apenas tres sillas y un atril. Estamos en el funeral del presidente de un club de fútbol que ha sido asesinado. Además de su segunda esposa está su hijo, interpretado por Miguel Seguí. El resto de los personajes (un ex presidente del club, la secretaria del difunto, un sereno) no tienen cuerpo ni palabra: su espacio es ocupado por una violoncellista, que toca su instrumento allí donde se supone que debe participar el personaje en cuestión.

Si se trataba de cuestionar los alcances de la palabra teatral como generadora de sentido, suplantándola por una dimensión sonora, la idea en sí misma resultaba interesante. Sin embargo, la realización no terminó de ser efectiva y varios fueron los puntos que contribuyeron a esto. Desde el discurso musical, no pareció que el violoncello realmente dijese algo: no hubo motivos temáticos claros, ni una expresividad evidente, sino apenas un contrapunto -que por lo demás pareció forzado- entre la palabra y el sonido. Tampoco se explotaron las amplias posibilidades musicales del instrumento: para el efecto que se logró, casi hubiese sido lo mismo alguien tocando un silbato.

Por otra parte, la cellista no participó del juego actoral y la presencia misma de las partituras en escena (equivalente a que el actor dijese sus líneas libreto en mano, leyendo) pareció declarar que no era esa la intención. Tampoco se entiende qué sentido tiene quitar la palabra de un personaje, suplantándola por un sonido, si después uno de los actores verbalizará aquello que debió entenderse a través del cello, algo que sucedió reiteradas veces. Finalmente, dos elementos más: por momentos la voz de los actores se perdió en la sala, y la acción dramática fue básicamente aburrida.

El Complejo Teatral de Buenos Aires nos tiene acostumbrados a programas de excelente factura, que pueden ser polémicos, pero muy pocas veces criticables por falta de calidad suficiente. Más allá de las buenas intenciones, que sin dudas las hubo, acaso éste haya sido uno de esos poquísimos casos. Germán A. Serain

Fue durante enero 2016
Teatro Regio
Av. Córdoba 6056 – Cap.
(011) 4772-3350

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