EL ARQUITECTO Y EL EMPERADOR DE ASIRIA, extraños juegos

La obra del español Fernando Arrabal en una puesta dirigida por Corina Fiorillo

El arquitecto y el emperador de Asiria – Actúan: Fernando Albizu y Alberto Jiménez – Vestuario: Gabriela A. Fernández – Escenografía: Norberto Laino – Iluminación: Soledad Ianni – Música: Rony Keselman – Autor: Fernando Arrabal – Dirección: Corina Fiorillo

En su famoso ensayo sobre el juego y la fantasía, Gregory Bateson plantea que todo juego exige por lo menos, de parte de los participantes, un marco desde el cual poder responder a un par de consideraciones mínimas: saber dónde y cuándo comienza y termina el juego en cuestión, y poder determinar qué cosas quedan dentro y cuáles fuera del mismo. De esto parecería tratarse esta obra, en definitiva. Asistimos a un juego entre dos personajes, donde este marco referencial aparece roto y por momentos no sirve en absoluto.

El desarrollo de la trama nos recuerda el juego entre niños de muy corta edad, que son ya capaces de adoptar roles figurados, pero también modificarlos sobre la marcha sin afectar la lógica lúdica. El arquitecto (que no es arquitecto) y el Emperador de Asiria (que vaya a saber uno si en realidad lo es), van mutando los papeles que ocupan, sumergiéndose de a poco (o no tan de a poco) en dimensiones que rozan la perversidad y llegan incluso a negar la distinción identitaria mínima, esto es la diferencia que media entre uno mismo y el otro. Y al no estar claros los límites que marcan dónde comienza y dónde acaba el juego, los eventuales efectos trágicos están siempre latentes.

Fuera ya del tema de los juegos, uno podría preguntarse si una obra teatral siempre debería ser, en relación al público, comprendida o comprensible (estas dos palabras están claramente vinculadas, pero es evidente que apuntan a cosas distintas). No sabemos si hemos llegado a comprender cabalmente el sentido de este trabajo, dicho esto así para el improbable caso de que solo exista un sentido posible. Las actuaciones de Fernando Albizu y Alberto Jiménez son meritorias y se ganan el aplauso del público. Se nota la entrega de ambos, incluso cuando muchas veces uno se termine preguntando hacia dónde va el propósito del autor, y tal vez sea precisamente en este punto donde la acción se torna por momentos algo extensa.

De todos modos, cada espectador saca su propio provecho. Hay conclusiones posibles en el orden de lo psicológico, también en el orden de lo político… Aunque acaso la pauta definitiva esté dada por el cierre final, que plantea un esquema de circularidad muy elocuente. ¿Quiénes somos? ¿A quién le hacemos daño cuando lastimamos a alguien? ¿No será todo esto, finalmente, una suerte de monólogo llevado adelante por un insano con múltiples personalidades diferentes? Esto último parece ser bastante plausible. ¿No somos todos un poco eso, en definitiva?  Germán A. Serain

Se dio hasta fin 2015
Teatro San Martín

Av. Corrientes 1530 – Cap.
0800-333-5254

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