Concebida como una de las obras arquitectónicas más complejas que se haya realizado, el edificio de la Fondation Louis Vuitton (FLV) emerge entre la densa vegetación del jardin d’acclimatation como una síntesis de los materiales que la naturaleza puede ofrecer y que la destrucción creativa ha sabido hacer con ellos. Irregular por donde se lo mire, sus paredes y techos dejan entrever fácilmente que el edificio es fruto de una obsesión por romper la simetría, tornándose un perfecto ejemplar a la vez que reflejo de una París moderna que mudó hace tiempo las pieles del barroco y el neoclasicismo.
Sin embargo, desde afuera la FLV parecería haberse desprendido de esas pieles para siempre, representando la estructura ósea de un colosal animal marino o una gran masa de hielo; esta dualidad entre lo vivo y lo inerte permanece en su interior, pues es inevitable mantenerse ajeno a la interpelación de los bloques, sólidos pero no por ello rígidos, que a cada paso nos muestran que si de piedra son, también son capaces de respirar a través de sus poros, generando una suerte de monumento viviente.
Es destacable la obra de Olafur Eliasson alojada en el subsuelo, un juego de espejos y luces ocre que por el desconcierto que provoca, la percepción espacial se ve presa de la distorsión, efecto que, en mi propia experiencia, sólo ha encontrado antecedente años atrás en la superficie del Denkmal für die ermordeten Juden Europas [Monumento a los judíos de Europa asesinados] en Berlín o monumento del Holocausto.
Ascender la FLV es escalar por una montaña diseñada por M. C. Escher, atravesando un auditorio que alberga obras de Ellsworth Kelly cargadas de un colorido entusiasmo o salas que, de no estar vacías, pueden acoger a distinguidas esculturas como la de Cerith Wyn Evans, una especie de araña compuesta por tubos de vidrio transparente que liberan vibrantes sonidos superpuestos. También puede visitarse un recinto especialmente dedicado a mostrar cómo la inspiración y la conceptualización de Frank Gehry partió de dibujos y maquetas hasta materializarse en esta Fundación.
No se llega a completar el entendimiento de este edifico sin arribar a la terraza que, con reminiscencias de los altibajos que se alojan en la azotea de la Casa Milà, permite tener diferentes vistas de París, con partes impúdicamente negadas por un ligero entramado de madera, vidrio y acero, nuevamente dispuestas de forma tal que la luz no haga más que formar irregulares sombras.
Lo material y lo inmaterial, lo vivo y lo inerte, lo orgánico y lo inorgánico, son todas tensiones que permean, atraviesan y sostienen a la flamante inspiración del arquitecto canadiense. Su reciente inauguración en octubre pasado, así como la Philarmonie que abrirá sus puertas a comienzos de 2015, son claras muestra de que si “París bien vale una misa”, no sólo puede acudirse atravesando los postigos de Notre-Dame. Martín Quiroga Barrera Oro
Fondation Louis Vuitton
8, Avenue du Mahatma Gandhi
Bois de Bolougne, Paris, Francia
http://www.fondationlouisvuitton.fr/
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