El séptimo arte siempre convoca multitudes. Así fue en sus albores, cuando parecía increíble que unas imágenes planas pudieran moverse sobre una pantalla (aun sin sonido), y lo es ahora, en plena era de los efectos especiales y la animación por computadora. Más de un siglo transcurrió desde que los hermanos Lumière hicieran la primera proyección cinematográfica de la historia, y mucho se ha hecho y dicho en tantas décadas: por ejemplo, están quienes sostienen que la finalidad principal del cine es ser herramienta didáctica, más allá del puro entretenimiento. Esto es lo que Marcelo T. de Alvear, presidente argentino de fines de los años veinte, tuvo en mente cuando en su residencia se proyectó el pre-estreno de Una nueva y gloriosa nación, película sobre la cual Alvear le dijera a Julián de Ajuria, su productor, que era una manera muy efectiva de promover la educación sobre los valores patrióticos, con un actor que personificaba a Manuel Belgrano. De este sentir era también de Ajuria, un vasco que había amasado su fortuna distribuyendo películas de cine estadounidense y que puso de su propio peculio para producir esta película.
A un poco menos de cien años de esa proyección, Arpeggio (TDA 24.03 / FM 89.5) volvió a ofrecer en pantalla esta verdadera joya del cine mudo nacional, como cierre de su ciclo de conciertos de música de cámara con obras de compositores argentinos. Se trata de un episodio romántico cuyo telón de fondo es la gesta de la independencia de nuestro país y el héroe principal es nada menos que Manuel Belgrano (Francis Bushman, actor de cine mudo estadounidense), que gracias a la ayuda de su enamorada ficcional de nombre Mónica Salazar (Jacqueline Logan) logra derrotar al ejército realista e imponer los ideales de la independencia nacional.
Una nueva y gloriosa nación, estrenada en 1928 en nuestro país, tuvo muchísimo éxito al menos durante dos años, hasta que el cine sonoro relegó las películas mudas prácticamente al olvido. En cambio, la película no logró entusiasmar al público de otros países. La apuesta en este último concierto fue en varios niveles. En primer lugar, porque se había perdido prácticamente la totalidad de las copias de este film hasta que, gracias a la intervención del coleccionista Enrique Bouchard, se localizaron un par de ejemplares en cinematecas europeas.
En segundo lugar, en pleno siglo veintiuno, la idea de proyectar una película donde todo o casi todo pasa por la gestualidad y lo visual y cuya línea argumental parece naíf a ojos de los espectadores de ahora, puede resultar poco atractiva. Y por último, porque sobre la proyección se ejecutaría música compuesta para la ocasión. En este último aspecto es donde se resalta la destreza de los músicos convocados, Santiago Chotsourian al piano y María Noel Luzzardo en saxofón.
Entre fragmentos de creación propia y porciones de nuestro himno nacional y de otras músicas, el maestro Chotsourian y Luzzardo se entendieron muy bien y congeniaron imagen y música con una sincronización precisa, logrando recrear quizá un clima similar al que habrían vivido aquellos espectadores de la premiére de 1928. Viviana Aubele
Fue el 27 de julio de 2016
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