LA MUSA Y EL POETA, jugar a Hoffmann

La magia de los Titiriteros del San Martín en torno de un clásico

La musa y el poeta – Titiriteros: Emmanuel Abbruzzese, Ayelén Allende, Francisco Garrido, Bruno Gianatelli, Carolina Graff, Paulina Lita, Celeste López, Lucía Mastrini, Estanislao Ortiz, Esteban Quintana – ActoresDiego Báez, Ariadna Bufano, Claudio Morgado – Escenografía, títeres y vestuario: Maydée Arigós – Iluminación: Magdalena Berretta Miguez – Música: Santiago Chotsourian – Autoría: Eduardo RovnerDirección: Adelaida Mangani

Al Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín le debemos no pocas obras plenas de belleza. No siempre queda claro si se trata de títulos orientados más al público adulto o al infantil, pero en todo caso eso no deja de ser una cuestión secundaria, que cada espectador deberá revisar por su cuenta.

En esta ocasión, el grupo aborda La musa y el poeta, una obra de Eduardo Rovner inspirada en los cuentos de E.T.A. Hoffmann y la ópera Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach y Jules Barbier. El propio Hoffmann es uno de los personajes centrales del relato, algo que lejos de ser una licencia refleja algo que el mismo autor solía hacer en sus historias.

En torno de la referida inspiración, Rovner señala que releyendo la obra de Hoffman y después de haber visto una puesta de la ópera de Offenbach, sintió que el verdadero conflicto que se planteaba no era entre el poeta romántico y las distintas mujeres con las cuales intentaba relacionarse, siempre enfrentando diferentes y maravillosas dificultades, sino con su musa inspiradora, una entidad abstracta, que sin embargo se revela como su verdadero amor. Un amor que se relaciona con la trascendencia poética, y que lógicamente se ubica más allá de un deseo carnal.

Ya que surge el tema de la corporalidad: es muy interesante el efecto que se genera con los títeres, que en este caso presentan un tamaño similar al de una persona. El titiritero/actor está sobre el escenario, en parte a la vista del público y, a la vez, parcialmente oculto por el títere que maneja. Pero el cuerpo aquí no desaparece, sino que se integra mágicamente en una suerte de entidad mixta. El titiritero le presta su voz al títere, pero también sus piernas, o su cuerpo, al tiempo que adopta el rostro y las manos de la marioneta.

Así, por ejemplo, en las escenas donde los personajes cantan o bailan, uno no se sabe si está viendo actuar al titiritero… o al títere, despegado ya de su materialidad inanimada. En cierto modo es como ver de un modo exacerbado aquello que sucede en general en el teatro, donde el personaje y el actor, ocupando el mismo cuerpo, no son lo mismo.

En este caso tenemos al personaje, está el elemento material y está quien lo maneja. Una curiosa trinidad, que en determinado momento nos hace entrar en un mágico juego y nos lleva a ver que lo inanimado ha adoptado el alma del actor, o acaso del personaje; no hay manera de saberlo.

Redoblando la apuesta, también hay en escena actores de cuerpo presente que intereactúan con los títeres. Graciosa y misteriosamente, las diferencias entre unos y otros se desvanecen de inmediato. Es excelente la labor de vestuarios y escenografía, así como también la música, compuesta por Santiago Chotsourian, que de manera recurrente vuelve una y otra vez sobre la preciosa Barcarolle de Offenbach.

Como hemos dicho, no nos quedó claro si La musa y el poeta es para niños, para adultos o para cualquiera. Lo que sí sabemos es que lo que se vio sobre el escenario nos remitió a un antiguo y añorado ritual, que sin duda todos conocemos. Un ritual en el cual un niño toma un muñeco y a través del juego le presta su voz, y lo dota de un nombre y un alma. Dicen las religiones que algo parecido hacen los dioses con sus creaturas. Tal vez por eso es que este tipo de magia nos atrae tanto. Germán A. Serain

Se dio hasta diciembre 2018
Teatro Regio
Av. Córdoba 6056 – Cap.
(011) 4772-3350

complejoteatral.gob.ar

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