UN MARCIANO EN LA BOCA, estereotipos y copias

Reminiscencias de E.T. en un conventillo de inmigrantes, por el Grupo de Titiriteros del San Martín

Un marciano en la Boca – Manipuladores: Victoriano Alonso, Lorena Azconovieta, Ariadna Bufano, Mirna Cabrera, Olavia Paz Campos, Eleonora Dafcik, Mariano del Pozzo, Pablo del Valle, Valeria Galíndez Ramos, Silvia Galván, Bruno Gianatelli, Julia Ibarra, Román Lamas, Lara Liebenthal, Celeste López, Lucila Mastrini, Johana Mizrahi, Fernando Morando, Carlos Peláez, Mariano Pichetto, Esteban Quintana, Kati Raggi, Ivo Sifredi, Daniel Spinelli, Florencia Svravrychevsky, Cristóbal Varela y Leticia Yebra – Musicalización: Santiago ChotsourianFernando Morando – Autores: Fernando Morando y Martín Sansarricq – Dirección: Fernando Morando

Un Marciano en la boca

Una película que marcó los años ochenta fue, sin dudas, E.T. El extraterrestre, la emblemática —y ya legendaria— producción de Steven Spielberg. Un alienígena que por accidente queda varado en el planeta Tierra traba amistad con un niño solitario llamado Elliot y establece con él una conexión tal que el niño termina mimetizándose con el alienígena. Pues bien, quien haya visto y recuerde esa película, no podrá dejar de identificar algunas de sus escenas en esta puesta que ofrece el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, dirigido por Adelaida Mangani.

En casi una hora, los autores Fernando Morando y Martín Sansarricq buscan recrear el ambiente de los famosos conventillos que, en las cercanías del Riachuelo, fueron el hogar de inmigrantes de buena parte de Europa. Y aquí caen en el lugar común de los estereotipos: el típico gallego de boina llamado Manolo, la tradicional mamma italiana —Rosina— que cocina la pastaciutta y el polaco Rudolf, un músico que, aunque el programa de mano insinúa como proveniente de las tierras de Chopin, nunca termina de definir su acento.

Completan el elenco una niña huérfana -Alicia, contrapartida del Elliot de E.T.-, una barra de “atorrantes” que juegan a la pelota en el patio del conventillo, un caballo-policía, el gallo Cocorito y, por supuesto, Ar-Vier, el marciano, quien al igual que su paisano E.T. apenas logra pronunciar su nombre y no parece hacer honor a la relevancia que sugiere el título de la obra, pues no termina de conquistar al público infantil, principal destinatario de esta propuesta (cosa que sí logra, con mayor o menor acierto, el personaje de Manolo).

Un recordado sketch de Les Luthiers parodiaba los programas televisivos donde se imparten “sabios” consejos a los padres. Uno de los comentarios decía: “Los chicos, aun los más pequeñitos, son seres pensantes… casi podríamos decir que son seres humanos”. Esto viene a cuento pues por más que se trate de una obra para niños y que deba resolverse en menos de una hora, es innecesario apelar a argumentos insípidos y reiterativos, a voces exageradamente impostadas y a caracterizaciones totalmente previsibles.

Y acaso todo esto hubiese sido tolerable, pero ni siquiera se vio esmero en cuidar que el sonido pudiera escucharse por encima de los llantos y gritos de los más pequeños -perfectamente esperables en este contexto- o por las idas y venidas de los adultos acompañando a sus hijos al toilette. El volumen sonoro variaba inexplicablemente y por momentos hacía muy difícil seguir los diálogos, cuando no resultaban estridentes las intervenciones de los amiguitos de Ar-Vier.

En resumidas cuentas, la obra no llega a cubrir las expectativas. Pese a todo, debemos destacar la belleza de los títeres y la precisión de quienes tienen a cargo su manejo, mérito compartido indudablemente con Mangani, formadora de titiriteros desde hace ya varias décadas. También cabe mencionar la prolija musicalización a cargo de Santiago Chotsourian y Fernando Morando,  además de los acertados efectos visuales. Viviana Aubele

Sábado y domingo a las 16
Teatro Regio
Av. Córdoba 6056 – Cap.
(011) 4772-3350

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