La asociación cultural La Bella Música presentó en el Teatro Avenida su tradicional concierto anual, esta vez bajo el lema fantasía de Gran trilogía romántica alemana. Con la eficiente dirección de Patricia Pouchulu, resultó una celebración en más de un sentido.
Los factores que confluyen en un buen concierto de música clásica son múltiples, y en esta ocasión se dieron cita con una armonía poco frecuente. La elección del programa fue central: un recorrido por el romanticismo alemán a través de tres de sus figuras mayores —Richard Wagner, Felix Mendelssohn y Johannes Brahms—, en obras tan convocantes para el público como desafiantes para los intérpretes.
Todo comenzó con la Obertura de la ópera Tannhäuser (1845), en la cual se lució particularmente la sección de metales, que aportó la potencia y precisión que la partitura exige. Pero los platos fuertes estaban por venir. El Concierto para violín en Mi menor, Op. 64 de Mendelssohn (1847), es una de las obras para violín solista más importantes del repertorio y, sin duda, uno de los conciertos predilectos tanto para programadores como para el público. Requiere un solista capaz no solo de superar los escollos técnicos, sino de otorgarle la profundidad expresiva que demanda su interpretación. La participación del excepcional violinista argentino Xavier Inchausti había generado mucha expectativa, y ciertamente no defraudó. Su dominio del instrumento y de la obra fue absoluto, y sólo fue de lamentar que no ofreciera un bis antes de despedirse.
Después del intervalo, la segunda parte del concierto estuvo dedicada a la Sinfonía n.º 1 en Do menor, Op. 68 de Brahms: una obra colosal que le llevó al compositor casi veinte años terminar, ya que la inició en 1855 y la dio por finalizada recién en 1874. Tal demora quizá se relaciona con el peso que implicaba la crítica de su tiempo, que veía en Brahms al continuador natural del gran sinfonista alemán: Ludwig van Beethoven. Una vara considerable para un músico de autocrítica extrema, que sin embargo superó con esta primera sinfonía, cuyos pasajes revelan tanto su admiración como su voluntad de trascender a su predecesor.
Finalizado el programa, la orquesta regaló como bis un segundo Mendelssohn: una preciosa versión de la marcha nupcial del Sueño de una noche de verano, celebrada por el público con un cerrado aplauso. Es que después de más de veinte años de trabajo, esta trilogía romántica alemana permitió apreciar a una orquesta de La Bella Música muy firme bajo la dirección de su fundadora.
Mencionamos al inicio una sumatoria de aciertos: la elección del programa, la presencia del solista y la selección de músicos fueron indiscutiblemente atinadas. El trabajo previo se evidenció en escena y un clima distendido contribuyó al muy buen resultado musical. La experiencia de Patricia Pouchulu como directora, productora ejecutiva y artística de estos conciertos anuales tiene su peso, y llama la atención que las orquestas oficiales no la convoquen como invitada, siquiera como un modo de reconocer el sostenido trabajo de promoción musical que ha desarrollado durante tantos años. Un esfuerzo que merece celebrarse, pues abre las puertas de la música sinfónica a un público alternativo, con un alto nivel de calidad.
Una única crítica, no de orden musical sino técnico. Un ruido de fondo, producido presumiblemente por el sistema de amplificación de la sala —el mismo que suele usarse para anunciar el comienzo del concierto y que en esta ocasión permitió que la directora hablara brevemente al final de la función—, se oyó durante prácticamente toda la velada. Si bien no llegó a interferir con la música, pues pronto se convirtió en un ruido blanco apenas perceptible, no debería ocurrir en una sala del prestigio del Teatro Avenida. Germán A. Serain
Fue el 12 de noviembre de 2025
Teatro Avenida
Av. de Mayo 1222 – CABA
Asociación La Bella Música
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