El íntimo salón Mermoz del Hotel Sofitel dio lugar al encuentro de Julio Domínguez y Carmen Álvarez, quienes interpretaron piezas de Luis Gianneo y Francis Poulenc -dos coetáneos nacidos casi al comienzo del siglo XX- y de Johannes Brahms, quien llegó hasta el final del XIX. El joven Julio Domínguez con su violín y Carmen Álvarez en el piano imprimieron la magia necesaria para el disfrute de la tercera Soirée Musicale Premium, organizada por La Bella Música, a cargo de su inquieta factótum, la directora Patricia Pouchulu.
El concierto se inició con Cinco pequeñas piezas para violín y piano, de Gianneo, integradas por Vidala, Canción Incaica, Chacarera, Canción de Cuna y Zapateado. Cada una fue expresada con altura, manteniendo ese gran sentido folclórico que el compositor argentino se propuso transmitir. Sin desdeñar a ninguna, probablemente la más cabal ejecución haya estado en las dos últimas, tan contrastantes entre si.
Antes de tocar la Sonata para violín y piano de Poulenc, la pianista aclaró que se trata de una pieza que raramente figura en los repertorios de estas latitudes y contó que el músico francés la compuso hacia 1942, durante la ocupación alemana en París, y se la dedicó al poeta Federico García Lorca, fusilado por los falangistas de Franco. Por esa razón, a diferencia de otras obras suyas, adquiere un carácter muy serio y trágico, donde se sobreponen los instrumentos expresando tristeza, melancolía y rebeldía, pero también alegría y pasión.
La ejecución fue, tal como está indicada, nerviosa en el primer movimiento, para tomar luego dos seductoras melodías que interpretaron mística y celestialmente. Ya en el tumultuoso Presto Tragico final cada instrumentista evidenció sentimentalmente lo tremendo de una situación y los complicados pasajes denotaron un juego contrastante cuyo torbellino se interrumpe y troca su color por el drama, marcado por un penetrante acorde y la cadencia del violín, ilustrando el momento de la muerte para percibir el cortejo fúnebre y el abrupto final. Fue el momento más impactante del concierto.
La Sonata No. 3 de Brahms resultó deleitable especialmente en su movimiento Adagio, tan profundo, tan sensacionalmente expresado a través del arco de Domínguez, cuya interpretación generó profundas y notables sutilezas. Ya fuera de programa, tocaron el precioso Salut d’amour de Edward Elgar, sellando una noche encantadora y plena de variados matices. Martin Wullich
Fue el 27 de agosto de 2013
Hotel Sofitel
Arroyo 841 – Cap.
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