El neuquino Pedro Oliveras, de Junín de los Andes y becario del Mozarteum Argentino bajo la guía del maestro Diego Prigollini, había realizado su sorprendente debut porteño en el ciclo TBC en el MACBA. Esta vez, en la Iglesia Ortodoxa Rusa, el pianista de 17 años brindó un programa de gran inteligencia y sensibilidad.
Valoramos un recital cuando ciertos detalles nos indican si estamos ante un músico dueño de una cultura y formación general. Justamente la construcción del programa fue una apuesta audaz: la yuxtaposición de la Sonata op. 25 de Muzio Clementi y la Sonata n.º 6, op. 10 n.º 2 de Beethoven, ambas de finales del siglo XVIII, permitió comparar con claridad los distintos lenguajes de ambos autores.
Desde allí, el tránsito hacia la paleta raveliana de la Suite de Valses y la agrupación de los cuatro Impromptus de Chopin como una suerte de suite generaron contrastes timbrísticos y expresivos que mantuvieron el interés del oyente a lo largo del recital. Es natural asociar la obra de Chopin con lo improvisado: si bien Pedro jamás se aparta del estilo de cada compositor, siempre hay algo personal en su interpretación, con una claridad expositiva que permite seguir la partitura en todo momento.
El ímpetu y el arrojo del joven pianista, dueño de una técnica fenomenal, van más allá de la rapidez de sus dedos. Su timbre posee gran belleza y su fraseo es lógico, atento a la presentación y a las repeticiones de cada tema. La independencia de sus manos permite escuchar voces interiores que rara vez se perciben, mientras que la izquierda, lejos de limitarse al acompañamiento, aporta una belleza de bajos que recuerda a András Schiff.
En la Sonata de Beethoven supo marcar los cambios de ánimo, los suspensos y los diálogos musicales, con un segundo movimiento de melodías de gran lirismo en la mano izquierda. La fuga del tercer movimiento, vertiginosa, alcanzó una claridad sorprendente.
La Suite de Valses de Ravel surgió con impulso arrollador, y cada vals recreó el color cambiante del vals vienés hasta el último, que se desvanece como preludio de la futura La Valse.
Los Impromptus de Chopin volvieron a destacar la riqueza de los graves y sus ornamentaciones inspiradas en la coloratura belcantista de Bellini, abordadas aquí con gran velocidad pero sin perder elegancia. Como bis, el público fue obsequiado con un bello y rara vez escuchado estudio de Felix Mendelssohn (excepto en los casos de Antonio Formaro).
El ímpetu arrollador de Pedro lo acerca al instrumento como si no pudiera abandonarlo. Interpreta una obra tras otra casi sin pausas, ni siquiera entre movimientos, lo que puede dificultar la comprensión del programa en ausencia de un programa de mano. Estela Telerman
Fue el 13 de septiembre de 2025
Iglesia Ortodoxa Rusa
Av. Brasil 315 – CABA
(011) 4361-4274
info@iglesiarusa.org.ar
Programa interpretado:
M. Clementi: Sonata en fa sostenido menor op.25 Nº 5 – L. V. Beethoven: Sonata Nº 6 en Fa mayor Op.10 Nº 2 – M. Ravel: Valses nobles y sentimentales M. 61 – F. Chopin: Impromptu Nº 1 en la bemol mayor op. 29, Impromptu Nº 2 en Fa sostenido mayor op.36, Impromptu Nº 3 en sol bemol mayor op. 55, Impromptu Nº 4 en do sostenido menor op. 66
Comentarios