“Delgada línea pura de corazón sonoro / eres la claridad cortada al vuelo: / cantando sobrevives: todo se irá menos tu forma”. Estos versos le dedicó el chileno Pablo Neruda a la guitarra. Instrumento que ha suscitado sensaciones diversas y al que muchos han comparado con una multiplicidad de cosas: hasta con un fusil, como es el caso del cubano Silvio Rodríguez. En cierto modo, este concierto de Ariel Elijovich y Marcelino Echeverría fue una manera de homenajear a aquellos compositores que tuvieron en cuenta en su obra a este instrumento tan sencillo, tan rico y tan caro a nuestra herencia peninsular.
Elijovich, que comenzó sus estudios con la concertista Irma Constanzo, obsequió a una reducida audiencia cuatro Choros del prolífico músico brasileño Héitor Villa-Lobos y una sonata del andaluz Joaquín Turina: la Sonata op. 61 (Allegro – Andante- Allegro vivo). Por su parte, Echeverría, discípulo de Víctor Villadangos y de Javier Bravo, trajo el Preludio (BWV 998) de J. S. Bach, una obra compuesta originalmente para laúd y clave (¡qué dúctil es la guitarra que hasta Bach suena bien!).
El resto del repertorio elegido por este joven guitarrista nacido en Buenos Aires lo dedicó a tres italianos de las primeras generaciones de compositores para guitarra. Se escucharon tres preciosas obras: de Ferdinando Carulli (nombre muy conocido entre los aprendices de guitarra), el Andante op. 320 No. 1; de Mauro Giuliani, la Gran Sonata Eroica op. 150; y de Giulio Regondi, Introducción y capricho op. 23.
El concierto de Ariel Elijovich y Marcelino Echeverría fue muy intimista, con un encantador repertorio y mucho sentimiento puesto tanto por Elijovich como por Echevería en las cuerdas. Sin desmedro de esto último, hubiese sido interesante y un deleite escucharlos a dúo. Esperamos que la próxima vez los artistas regalen a la audiencia un concierto conjugando ambos talentos. Viviana Aubele
Fue el 22 de octubre de 2016
Teatro Payró
San Martín 766 – Cap.
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teatropayro.com
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