SYMPHONIE FANTASTIQUE, fantásticamente aburrida

Sonaba interesante escuchar la pieza de Hector Berlioz, en un show donde formas y colores acompañarían la música

Symphonie Fantastique – Música: Hector Berlioz – Titiriteros: Kate Brehm, Ben Elling, Andy Gaukel, Jonothon Lyons, Lake Simons – Piano: Christopher O’Riley – Iluminación: Andrew Hill – Dirección: Basil Twist

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La publicidad de Symphonie Fantastique (Sinfonía Fantástica), de Hector Berlioz, anunciaba algo sorprendente, nunca visto, y sólo con cabida para unos pocos espectadores por función, debido a las especiales características (?) de un show aclamado internacionalmente. Había un solo detalle que la publicidad no aclaraba: el estreno había sido 20 años atrás. Y claro, al ser en el agua, se había formado algo de moho…

Desde el oscuro comienzo, en donde se debe hacer un esfuerzo por acomodar el diafragma ocular para adivinar qué es lo que están mostrando, un hálito de desazón cae sobre los espectadores. Y es que no hay nada nuevo, nada que uno no haya visto antes, nada sorprendente. Uno se retrotrae al jardín de infantes y le da la impresión de que esos moldes con formas curvas ya los hizo en cartulina, esos que ahora navegan en un estanque con agua algo turbia e iluminada sin gracia por algún reflector manejado imprecisamente.

Aparecen acrílicos, plumas, plásticos y géneros que se adivinan movidos, con pretensiosa coreografía, por artífices que no vemos. Ni La Linterna Mágica (de Praga), de hace ya medio siglo tenía tan poca creatividad. La película Fantasía de Walt Disney –comparación obligatoria cuando se trata de unir música clásica con imágenes creativas-, que va para los 60 años de antigüedad, es un portento al lado de lo que vemos. Tampoco el diseño de sonido se salva; en el más económico de los mp3 que venden por doquier , la Symphonie Fantastique sonaría mejor.

Cuando llega Un bal, el movimiento más recordado, parecería que la cosa puede empezar a mejorar. Pero no, son solo ilusiones, expresiones de deseo. Entre tanto, hay gente que comienza a irse. Los chicos se aburren. Los estoicos que deciden permanecer se tientan de risa. El espectáculo dura 50 minutos… que parecen el triple. Parafraseando a Baltasar Gracián, ¿deberíamos afirmar que lo malo, si poco, no tan malo?

Finalmente sucede lo mejor: la Symphonie Fantastique termina. Levantan el telón que cubría el misterio, para descubrir la “magia”. Aparece un estanque rodeado con parafernalia de caños y –al pie del mismo- saludan, enfrascados en trajes de neoprene y sin mucho entusiasmo, los responsables de la cuestión.

La pareja sentada detrás de mí no da crédito a lo que vio. Él trata de dar una explicación a la fortuna que pagó la entrada y se pregunta, en voz alta, como para que ella también ensaye una respuesta “¿qué será lo que utilizaron para los movimientos dentro del agua con lo que lograron formas y color?”. Ella, harta, descreída y muy directa responde: “…son trapos, Norberto… ¡son trapos!”. Martin Wullich

Se dió en Paseo La Plaza en 2007
Hector Berlioz en Wikipedia

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