Desde sus presentaciones iniciales hasta este Subió la carne, los Carne de crítica han recorrido un largo camino. Han crecido histriónicamente, han hecho de los personajes grotescamente travestidos una marca personal, han creado un humor particular y ácido, por momentos negro, a veces escatológico, que critica hasta la crítica.
Para quienes han seguido su carrera, desde el recinto de la calle Riobamba casi Corrientes, se encontrarán con algunos personajes y guiños humorísticos ya conocidos aunque, con el crecimiento actoral susodicho y algunos detalles que mejoran la puesta en escena, sus recreaciones se disfrutan una vez más.
Indudablemente, el director Carlo Argento conoce las posibilidades teatrales de Francisco Pesqueira y Claudio Pazos, y las exprime al máximo, obteniendo de ellos momentos muy divertidos, con mohines y afectaciones en un grado de exageración que marca el punto disparatado y absurdo de los personajes.
En Subió la carne dos asistentes trabajan en un teatrito. Mientras preparan la función van desgranando sus opiniones, casi siempre de un notable nivel de chusma y discriminación. Para ellos nada vale, desde el mismo espectáculo hasta los temas más cotidianos de nuestra realidad nacional o de otras fronteras.
Así comienza la galería de personajes que aparecen a lo largo de este discurrir: la jueza homofóbica que debe casar a dos hombres es de antología, tanto como las madres que hablan de sus niños y son ponzoñosas a extremos inconcebibles, mientras castigan duramente a las criaturas. No menos sorprendentes son las enfermeras que -entonando un cante jondo- recorren las calles en una velocísima ambulancia, las vicisitudes de Heidi y Clarita, o las de un par de coyas desvariados.
Con textos que podrían mejorar para aprovechar más la capacidad de ambos actores, en aras de un humor tan mordaz como inteligente, transcurre Subió la carne. Hablar de justicia, discriminación, cultura y arte, abusos de todo tipo, vida y muerte, del modo en que lo hace este insólito dúo, es también aprender a reírse de las desgracias propias para poder comprender las ajenas, tratando de pasar la vida con cierto deleite.
Si además se sale del teatro mascullando alguna reflexión al respecto, tanto mejor. Martin Wullich
Se dio hasta fin 2008
Teatro La Comedia
Rodríguez Peña 1062 – Cap.
(011)4815-5665
www.lacomedia.com.ar
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