Porteños (muestra de fotografías en blanco y negro) – Fotógrafo: Claudio Larrea – Curaduría: José Manuel Elliot
Hay ciudades que se caminan y ciudades que se cuentan. Buenos Aires, cuando pasa por la mirada de Claudio Larrea, se convierte en otra cosa: en una película en pausa, en un relato fragmentado abandonado en la vereda, en un espejo roto que aún devuelve algo del rostro que fuimos.
En su libro Ore giapponesi, el escritor italiano Fosco Maraini compara su Florencia natal con Kioto, su ciudad de residencia en Japón. En la ciudad italiana, la belleza se muestra a todos en toda su intensidad; en Kioto, hay que merecerla, está escondida en la monotonía y deslumbra cuando se la descubre. Buenos Aires, en cambio, combina lo bello, lo monótono e incluso lo feo en una convivencia sin complejos; es una ciudad que nunca se ordena del todo, pero siempre sorprende. Esa tensión entre contrastes es, precisamente, donde Larrea encuentra lo humano, su contradicción, su misterio, su belleza inesperada.
En Porteños, Claudio Larrea no retrata cosas lindas o cosas feas. Retrata sorpresas, contrastes, vida palpitante, recuerdos y relatos que le dan sentido al cemento y al asfalto de nuestro habitar. Técnicamente, es preciso, pero nunca frío. Elige el blanco y negro por necesidad narrativa. “Saco en color, pero después paso todo a blanco y negro para que no se pierda el personaje”, dice. En una ciudad saturada de estímulos, la escala de grises limpia el ruido visual y devuelve la dignidad al gesto, al cuerpo, al detalle mínimo.
La composición es directa, a veces frontal, pero no ingenua. Hay líneas que se cruzan, simetrías sutiles, y una profundidad de campo que ubica al personaje donde debe estar: en el centro emocional de la escena, en el momento preciso. Retratando al otro, el fotógrafo se retrata a sí mismo, su pensamiento, su propia historia. Cada foto permite una narrativa, siempre afectuosa. Una mujer en el subte es alguien que va a una cita. Dos ancianos que caminan del brazo son testimonio de un amor largo. Un hombre que se acercó adonde está “prohibido acercarse” es un héroe íntimo que se niega a rendirse. Larrea no impone sentido; lo sugiere, como quien señala algo con una sonrisa y te deja pensar lo que quieras.
En el inventario de Porteños caben lo irónico y lo lírico: el Bar Británico, diario y café con cortinas al viento; en Los Galgos, él le habla y ella no quiere saber nada; una gran bandera, casi circense; chicos pateando penales en una terraza; un monje con un afiche de champagne. La ciudad, desbordada de símbolos, se vuelve un poema visual donde cada detalle tiene memoria.
Detrás del humor y de la ironía hay una conciencia social sin estridencias. Larrea no editorializa, encuadra. No impone juicio, propone una escena. Una invitación a jubilarse sin aportes, un abuelo con su nieto mirando el cementerio, una manifestante que pide, que anuncia “aguanten los caranchos”. Todo eso aparece sin filtros ni decorado, con una honestidad que conmueve.
La ciudad de los porteños, en su lente, es un multiverso. Hay realidades que no se rozan, modos de habitar que se cruzan sin verse, que se insinúan sin conocerse. También hay algo de ciencia ficción urbana, pero sin efectos especiales. Solo hace falta estar despierto. Y mirar.
Claudio Larrea no retrata Buenos Aires. La escucha. A veces la traduce. Otras, la inventa. Pero siempre desde un lugar profundamente humano. Lo suyo no es la captura del instante decisivo, sino la construcción de un instante improbable, donde algo absurdo, tierno y fugaz aparece como una revelación. Como una risa suave en medio del caos. Sus fotos no declaman. Susurran “¿te diste cuenta de esto?”. Y uno, inevitablemente, vuelve a mirar. José María Kokubu Munzón
Lunes a sábados de 10 a 20
(hasta el 13 de agosto de 2025)
Centro Cultural Ricardo Rojas
Av. Corrientes 2038 – CABA
Entrada libre y gratuita
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