Nélida Arp es una poeta con varios libros publicados: Interior y Fugaz, Cuarto intermedio, El sótano de cristal, Habitaciones disponibles, El hielo y la luna y 0:30 h. Hace algunos años sumó a su producción artística la expresión a través de las artes plásticas. Pensar en forma (Editorial Vinciguerra) es su primer libro de dibujos. Participó en diversas antologías de poesía y formó parte del grupo Alétheia, dirigido por la escritora Graciela Maturo.
En la contratapa de Pensar en forma, su maestro Jesús Romero señala: “Nélida Arp, en busca directa del material y el color, es precisa en su inquietud y se manifiesta segura en la superficie que decide abordar: maderas, telas, papeles, acrílicos, microfibras y pasteles. Texturas que son un medio para su arte, soportes y exponentes de su universo lúdico. Ese que se completa con los títulos que, con gracia e ironía, nos regalan una sonrisa y nos invitan a pensar”.
En diálogo con Nélida, ella comparte cómo llegó a plasmar sus ideas en imágenes —o cómo a sus imágenes se les pueden adjudicar ideas—. Hablamos sobre su proceso creativo, sus inicios en las artes plásticas, su participación en un taller y su admiración por diversos pintores. Su obra es vasta, prolífica, y deja ver esa inagotable pasión por hacer, como bien apunta Romero.
—¿Tenés una tendencia al predominio de las formas curvas? ¿Creés que es así? ¿Por qué?
Todas se forman con el libre movimiento de la mano, que es la que marca el camino y lo completa en un solo trazo.
—¿Con qué materiales trabajás tus cuadros?
No me privo de casi ninguno: acrílicos, lápices negros y de colores, tintas, marcadores, bolígrafos gel y comunes, carbonillas. He probado óleo, pero no hicimos buenas migas, aunque en el futuro tal vez intentemos un diálogo.
—¿Partís de algún concepto para crear un cuadro?
No, conscientemente no. Es otra forma de escritura, otro alfabeto.
—¿Cómo asociás los nombres de las imágenes con palabras?
Cuando finalizo un trabajo, lo “bautizo” con lo que veo en él. Me parece que alguien me lo secretea.
—¿Qué preferís trabajar, el color o la forma?
El color. Cada uno creará su forma.
—¿Cómo elegís los colores de cada imagen?
Busco armonía en esa especie de mosaico o rompecabezas que recibirán los colores; por eso creo que cada uno esconde su forma.
—Tus pinturas recuerdan a Joan Miró. ¿Creés que hay un homenaje de tu parte?
Si eso sucede es extraordinariamente maravilloso. No me he propuesto un homenaje. Los enigmas de sus formas y colores son mensajes extraordinarios que cada cual leerá según sus sueños.
—Tenés una fuerte tendencia hacia la abstracción. ¿Alguna vez te volcaste hacia lo figurativo?
No. Los maestros figurativos han sido, son, inmensos, irrepetibles e incopiables, y ya hay dibujantes grandiosos. Unos y otros han tenido —y tienen— mundos en los elementos con los que los han representado.
—En algunas imágenes aparece una figura semejante al infinito. ¿Es un efecto buscado?
Soy consciente de la repetición. Es responsabilidad de la libertad de la mano, tal vez de los pensamientos durante el recorrido sobre el papel o el soporte que sea.
—Este es tu primer libro de dibujos. ¿Cómo fue la experiencia de publicarlo?
Satisfactoria. He recibido buenas opiniones. El mérito —si es que así lo puedo llamar— está compartido con la excelente edición de Vinciguerra. Sí, es el primero; espero que le siga otro.
—Sos poeta. ¿Cómo se relaciona tu poesía con tus imágenes?
Debe haber puntos de contacto entre los dos alfabetos. Las imágenes que “veo” creo que se relacionan con una forma de mirar el mundo: puede ser hermética, puede contener mensajes para pensar, sueños, emociones, mundos paralelos, cosmos infinitos.
—¿Cómo ha sido tu formación como artista plástica? ¿Fuiste autodidacta o tuviste maestros? ¿A quién admirás?
Fue algo que me sorprendió a mí misma: querer ir por otro camino. Conocí en una muestra colectiva al maestro Jesús Romero. Comencé a participar de su taller y tuve total libertad para trabajar. Recuerdo que el primer día me indicó una pequeña prueba y me dijo que tenía sentido del color, y que no era fácil tenerlo. Continúo trabajando en su taller.
Admiro a los grandes —grandiosos extranjeros y conciudadanos universales—, aquellos que contaron y cuentan la historia del mundo. Sería terrible nombrar a tal o cual. El Museo Nacional de Bellas Artes custodia una obra que habla del dolor y la injusticia en nuestro entorno y en el mundo; y el Museo del Prado, una que habla de la angustia y la opresión en ese entorno y en el mundo. Miles de kilómetros las separan y las unen. Sus hacedores se hubieran entendido, y mucho.
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