El salón dorado – Sobre textos de: Manuel Mujica Láinez – Versión: Oscar Barney Finn, Marcelo Zapata – Actúan: Malena Figó, Mercedes Fraile, Lucila Gandolfo – Vestuario: Isabel Zuccheri – Iluminación: Claudio Del Bianco – Música y Sonido: Rafael Delgado – Espacio Escénico y Dirección: Oscar Barney Finn
En una apuesta tan estética como conceptual, el Teatro Cervantes abre las puertas de su histórica Sala Luisa Vehil para convertirla en un escenario donde la fantasía y la memoria se entrelazan. Con la dirección sensible, meticulosa y preciosista de Oscar Barney Finn, cobra vida El Salón Dorado, relato basado en el cuento homónimo de Manuel Mujica Láinez, en una propuesta que no solo revive un texto fundamental de la literatura argentina, sino que reaviva preguntas perturbadoras sobre el poder, la decadencia y los vínculos femeninos en el contexto de la aristocracia porteña del siglo XX.
Tres mujeres —una dama de sociedad encerrada en sus delirios, su sobrina obediente y una silenciosa ama de llaves— sostienen con sus cuerpos y palabras una tensión constante entre lo que fue y lo que ya no podrá volver a ser. La puesta juega con esa fragilidad: los objetos, las luces, las sombras y la música están dispuestos con minuciosidad para sumergir al espectador en una evocación viva del pasado, donde lo bello y lo trágico respiran al unísono. La iluminación, también diseñada por Barney Finn, aporta una delicadeza notable: acentúa climas y matices con sutileza expresiva, en sintonía con la época y el tono elegíaco de la propuesta. La música de Rafael Delgado —utilizada con sensibilidad y precisión— refuerza esa atmósfera suspendida, con momentos que parecen surgir del recuerdo y se disuelven como un suspiro.
Mercedes Fraile compone una señora de alcurnia en caída libre, con modismos y gestualidad que remiten claramente —hasta con su tocado— a la Norma Desmond de Sunset Boulevard. Su presencia es imponente, y el derrumbe interior que deja entrever, conmociona. Malena Figó, como la sobrina atrapada entre el amor y el deber, aporta delicadeza y contención. Lucila Gandolfo brilla como la abnegada ama de llaves: su histrionismo es sutil, físico, preciso, y llena el aire de gestos cargados de emoción. Las tres construyen una partitura de vínculos atravesada por el sometimiento, la resistencia y el deseo callado.
La dramaturgia de Barney Finn y Marcelo Zapata no solo respeta el espíritu de Mujica Láinez, sino que lo potencia. Las referencias culturales enriquecen la puesta, y los guiños nunca caen en artilugios sino que respiran con verdad. El Salón Dorado es una experiencia, una invitación a dejarse envolver por un mundo suspendido en el tiempo, donde los fantasmas no solo habitan la ficción, sino que siguen susurrando en las paredes del Cervantes. Martin Wullich
Teatro Nacional Cervantes
Libertad 815 – CABA
(011) 4816-4224
Sitio Web del Teatro
Este espectáculo, concebido como site specific, convivirá con el proceso de restauración de la sala Luisa Vehil.
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