EL MAÍZ EXTRANJERO, el arte del cumplido

Un cuento de Somerset Maugham y un consejo de Itzhak Perlman

¿Qué tendrá que ver el violinista Perlman con el escritor Somerset Maugham con el maíz extranjero y los cumplidos?

Itzhak Perlman es un genio. Es un virtuoso del violín; se sobrepuso a las consecuencias de una terrible enfermedad que lo aquejó cuando niño. Y además, tiene un finísimo sentido del humor. Pareciera que el nombre encaja perfecto: Itzhak (Isaac, en español) significa “risa”, el mismo nombre que Abraham y Sara le pusieron a su tan esperado hijo por mandato de Dios, en clave de humor a la incredulidad de estos.

Perlman tiene, como todo hijo de vecino, cuenta en Instagram y Facebook, y allí sube videos inspiradores, publica “memes” sobre música, y también regala algo de su talento. La semana pasada subió un video, Compliments (“Cumplidos”) donde resalta el valor de dar un cumplido a un colega después de una performance aunque no lo merezca tanto. Click para verlo.

William Somerset Maugham era un genio. Sobre él, George Orwell dijo que Maugham fue “el escritor moderno que más influyó en mí, a quien admiro enormemente por su capacidad de narrar una historia de manera directa y sin extravagancias”. Es decir, un grande de las letras reconoce y elogia a otro grande. Somerset Maugham fue novelista, ensayista y dramaturgo, y escribió además cuentos memorables. Supo pintar con aguda delicadeza las miserias de la sociedad de su época, era capaz de crear personajes que bien podrían salirse de las páginas y caminar al lado de nosotros , y tenía un además agudo sentido del humor.

Somerset Maugham escribió The Alien Corn (El maíz extranjero). La trama es la siguiente: una familia judía ha progresado en la vida y en los negocios, pero comete un trágico error: en su afán de parecer británicos, ocultan sus raíces judías. De Bleikogel pasan a llamarse Bland y a adquirir títulos nobiliarios; Adolf, el padre de familia, se llamaría Sir Adolphus, y su esposa ya no sería Miriam sino Muriel; crían a sus dos hijos, George y Harry, como señoritos ingleses.

Viven como verdaderos aristócratas ingleses, cortan todo vínculo con sus congéneres, y aspiran a que sus hijos -sobre todo el primogénito, George- cumplan las aspiraciones familiares. Pero George descubre que en realidad lo que corre por sus azules venas es sangre judía, y que él y toda su familia están muy lejos de llegar a ser británicos genuinos. Y esto no es todo: descubre que desea ser pianista y no miembro del Parlamento, como su padre hubiese querido de él.

Después de varios dimes y diretes entre hijo empecinado y padres aterrorizados, Sir Adolphus accede a que George se dedique tiempo completo a la música. Viaja a Alemania para aprender piano, y a su regreso a casa, George le pide a una famosa y virtuosísima pianista, Lea Makart, que lo escuche tocar y le confirme si en verdad tiene condiciones. Sin que se le moviera un pelo ni durante ni después de la performance, Makart derriba por completo las aspiraciones pianísticas del joven.

Delante de la familia Bland en pleno, Makart no solo ridiculiza la grandeza y el esplendor de la alta sociedad y su afán por adquirir arte con dinero -“el arte es lo único que importa”- sino que se atreve a proferir una crueldad inusitada al remarcar los dedos cortos y regordetes de George: “Mira tus dedos. No son los dedos de un pianista”. El final: George termina descerrajándose un tiro en el pecho.

Lea Makart era una genia, una artista innata, que “tocaba como cantan los pájaros, con naturalidad y sin esfuerzo, y las plateadas notas caían de sus ágiles dedos de una manera peculiarmente espontánea”. Dice el narrador que supo ser una hermosa y delicada mujer, pero que con los años perdió la esbeltez de su figura y adquirió modos briosos y más bien serios y formales. ¿En qué momento de la vida de un artista será que los humos nublan la modestia y la humildad?

Dice Perlman en su video que “todos necesitamos cumplidos, pues nos dan aliento”. Según él, en todo lo que uno escucha siempre hay algo positivo que decir. El genio artístico es innato. Pero el don de gentes, la diplomacia, la tolerancia son adquiridas, y es decisión de cada cual cultivar estas virtudes. Makart tenía lo primero. Perlman tiene eso y lo demás también. Por eso es un grande. Viviana Aubele

El maíz extranjero: El cuentoLa ópera
W. Somerset Maugham
Itzhak Perlman

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