CRÓNICAS EXTRAORDINARIAS, distopías bradburianas

Treinta minutos de unitarios marcianos

Crónicas extraordinarias – Actúan: Juani Barea, Josefina Barrionuevo, Andrés Bernay, Daniela Brunfman, Santiago Fraccarolli, Gastón Frías, Rocío Saldeña, Martín Tecchi – Dirección: Ana Lucía Rodríguez

En el prólogo de la edición en español de Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, Jorge Luis Borges manifiesta, a modo de cierre, lo siguiente: “Hacia 1909 leí, con fascinada angustia, en el crepúsculo de una casa grande que ya no existe, Los primeros hombres en la luna, de [H. G.] Wells. Por virtud de estas Crónicas, de concepción y ejecución muy diversa, me ha sido dado revivir, en los últimos días del otoño de 1954, aquellos deleitables terrores”.

Setenta años después de su publicación, este raro collage de historias autónomas pero maravillosamente unidas por sutiles hilos conductuales, sigue suscitando terrores, dudas, y acaso pesimismo con delgadísimos destellos optimistas por un mundo mejor. Ray Bradbury, nacido en Illinois hace cien años, nos dejó una crónica de la supuesta colonización de otro planeta por la raza humana. Pero en esa miscelánea de relatos también se ve un guiño cómplice a la propia historia del hombre y una alegoría de lo que este es capaz de hacer con un poco de poder en sus manos, y por supuesto que huelgan los ejemplos.

En el contexto de la cuarentena que ya lleva varios meses, la compañía teatral La Ponedora debió modificar el modo en que iba a presentar Crónicas extraordinarias para adaptarse a los tiempos. En formato digital y a la gorra, tanto los actores de cada uno de los unitarios como su directora, Ana Lucía Rodríguez, se proponen transmitir, en esta propuesta estrenada el 18 de julio pasado, un terror parecido al que acaso sintió Borges en 1909 cuando leyó la novela de Bradbury. Una acertada selección de siete de los veinticinco episodios que tejen la historia, y su ordenamiento deliberadamente distinto al que pensó el autor, nos acercan -en solo treinta minutos- una pincelada del estado de cosas en este 2020 que arrancó de la manera más extraña que uno podría imaginar.

El picnic de un millón de años es, en la novela original, el último episodio, pero su inserción al principio de esta adaptación nos hace reflejar, cual la familia protagonista, en un espejo en aguas de Marte, y nos hace pensar qué es lo que seguirá. El contribuyente es una sátira de la burocracia terrestre que recorta los derechos y la libertad de acción de quienes religiosamente pagan sus impuestos.

En la novela original La tercera expedición es quizás el episodio que más ha logrado poner los pelos de punta a los lectores, y esta adaptación le da una vuelta más de tuerca cambiando el narrador de tercera a primera persona. Una mañana verde intenta revertir la conmoción inicial del episodio anterior, y ofrece acaso un panorama más optimista. Pero todo parece volver a sus cauces normales, y tiende hacia el comienzo de todo: Noche de verano y Canción del fin del mundo (en la novela original corresponde al primer episodio, Ylla) nos hacen retroceder a un tiempo en que los marcianos originales presentían que algo iba a romper el milenario equilibrio de su planeta.

Finalmente, Aunque siga brillando la luna cierra, en una curiosa contracara de la moneda con El picnic…, con un oscuro panorama de lo que le puede pasar al planeta rojo si es que los humanos se atreven a ponerle un dedo encima.

No es sencillo condensar en treinta minutos teatrales, en un formato al que nos hemos tenido que acostumbrar a la fuerza, una novela con tantos episodios y con una profundidad temática magistralmente abordada por Bradbury con prosa sencilla y amena: el terror a lo nuevo y desconocido, la devastación de las guerras y el potencial peligro de extinción de la especie humana, la posible existencia de un ser superior, la existencia o no de otros seres además de nosotros, el por qué somos y nos movemos, el afán de progreso, la dominación del hombre (o marciano) por el hombre (o marciano), y como broche de oro y en consonancia con los tiempos que nos tocan vivir, las enfermedades que tienen la capacidad de diezmar poblaciones enteras.

Crónicas extraordinarias tiene el mérito de mostrar estas cuestiones con marcado acierto, sin digresiones y rindiendo merecido homenaje a este escritor de Illinois, sobre quien Borges, en el prólogo mencionado, se pregunta cómo es que pudo lograr que “episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad”. Viviana Aubele

Cronicas Extraordinarias - Unitarios Distu00f3picos

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