YAMILE BURICH, la dama del saxo

Entrevista a una de las pocas instrumentistas mujeres del jazz argentino

La primera pregunta que se nos ocurre hacerle a Yamile Burich, talentosa saxofonista y compositora, parece inapropiada, casi sexista. ¿Por qué iniciar la entrevista a un músico haciendo referencia a un factor definitivamente tangencial y desvinculado de la música como podría serlo su condición de mujer? Sin embargo, la respuesta que obtenemos confirma que no estábamos tan fuera de foco. Pero no nos adelantemos. 

Yamile Burich se crio en la ciudad de Tartagal, en la provincia de Salta, donde comenzó a estudiar música a los cinco años. Su primer instrumento fue el piano, pero más tarde se enamoró del saxofón. En Cuba se familiarizó con los ritmos propios de la salsa y el latin jazz. Luego obtuvo una beca para estudiar en Berklee, y más tarde se estableció en Londres para estudiar jazz en el Goldmiths College, alternando con viajes a Nueva York y New Orleans.

Cuando regresó a la Argentina, en 2007, formó primero el Yamile Burich Cuarteto, con el que grabó sus discos She’s the boss (2009) y Black Jack (2014). Y más tarde integró el quinteto femenino Yamile Burich & Jazz Ladies, para fusionar el lenguaje jazzístico con diferentes ritmos latinoamericanos. Con este último grupo, la primera agrupación de jazz instrumental femenino del país, grabó los discos Ahora! (2015), Random (2016), Live at Theloniuos Club y Alegría (2019), a los cuales se suma ahora Bardo, un disco de composiciones propias en el que la improvisación aborda de manera intensiva la exploración armónica y rítmica.

Lo que sigue es nuestra conversación con Yamile Burich, con su comienzo políticamente incorrecto.

Yamile Burich & Jazz Ladies - El blues del parral

La primera pregunta que quiero hacerte es incómoda, porque no debería tener razón de ser. Pero la tradición del jazz ha sido bastante machista, y quizás hasta misógina en algún punto. El rol de la mujer en el jazz hasta no hace mucho parecía estar reservado para las cantantes. ¿Cómo se concretó, dentro de este panorama, tu decisión de ser saxofonista?

Es que el jazz siempre fue y sigue siendo muy machista. Y es cierto que lo que más se visualiza en el ambiente son las cantantes, en grupos donde el pianista, el guitarrista, los músicos en general, son siempre hombres. Es muy raro ver grupos que convoquen a mujeres para tocar. También es muy difícil ocupar el rol de líder. Por ese motivo convoco mujeres: es ponerse en el lugar de otras chicas a partir de lo que yo misma sentí en su momento como instrumentista. Es darles trabajo y oportunidades de crecimiento, porque el escenario es uno de los pocos lugares en donde uno puede crecer, y aprender. Es como un laboratorio donde uno va adquiriendo experiencias. Y tener esa posibilidad siendo mujer a veces es muy difícil, si bien ahora está la Ley de Cupo Femenino, que establece un mínimo de un treinta por ciento de mujeres solistas o agrupaciones mixtas en los eventos que convoquen a más de tres bandas. Pero en Estados Unidos también existe una ley similar, e igualmente sigue siendo difícil tener presencia.

Cuando yo comencé a tocar el saxo, en los noventa, fue para mí una gran decisión; porque pertenezco a una generación en la cual hay muy pocas mujeres que siguieron tocando; por esto que te digo: por la falta de oportunidades. Ahora, en las nuevas generaciones, cambió un poco, por suerte, y se nota la presencia de chicas más jóvenes. Incluso cambió la mentalidad por parte de los hombres. Ahora todo es más variado, pero en mi generación -y antes todavía con más razón- en el mundo del jazz casi no hay mujeres. Excepto las cantantes, claro, que al parecer es el rol preconcebido para la mujer en el jazz.

De manera que mi pregunta no estaba tan desorientada, lamentablemente, y sentiste una resistencia a tu participación dentro del ambiente musical por tu condición de intérprete mujer.

Sentí esas resistencias, pero mucho no me importó: seguí para adelante, porque el deseo de tocar fue más fuerte, casi una obsesión. Fue algo imparable y me ayudó a romper barreras. Seguí tocando, con una fuerza que fui consiguiendo con los años y con la lucha, tratando de ganar oportunidades y de darle a mi vez oportunidades a otras chicas. Se ha avanzado: de a poco las cosas van cambiando, aunque todavía falta mucho. Pero creo que con el tiempo las cosas se van a ir acomodando y cada vez habrá más mujeres instrumentistas, y también compositoras.

Creo que hay también resistencias por parte de un sector del público cuando se encuentran frente a una banda de mujeres. Hay un preconcepto, un prejuicio muy grande. Me di cuenta de esto cuando tocaba con el quinteto de chicas, y te estoy hablando de hace unos ocho años, porque comenzamos a tocar en 2014. Yo estaba embarazada y la gente me decía que le daba impresión verme tocar con la panza. O cuando la gente entraba al local, y yo de casualidad estaba en la entrada, se enteraba que tocaba un grupo de chicas y capaz se iban sin siquiera escucharnos. En varias entrevistas me han preguntado si cuando armé ese quinteto femenino fue por una razón comercial… Y yo siempre respondo que no; que, por el contrario, siempre es menos la gente que viene, por fuerza de ese prejuicio. Y ni hablar de las críticas que solemos recibir. Te digo que no es para nada fácil ser mujer instrumentista en el jazz. Pero cuando se tiene un sueño, una hace todo lo posible. Es como tratar de sobrevivir. Lo siento así: que el sueño es lo más importante. 

Volvamos al tema de la elección de tu instrumento. 

Yo era muy joven cuando arranqué. Primero fue con el piano, cuando tenía unos cinco años. Después de varias mudanzas familiares, de Tartagal a Salta, finalmente entré a la escuela de música, y luego, ya a los doce o trece, a la Escuela Superior de Música de Salta. Allí fue donde vi a alguien tocando el saxo: me encantó y quise probar. Y aquí seguimos, probando. Cuando comencé a tocar el saxo tenía catorce o quince años. A esa edad, para mí fue determinante el empezar a tocar en una banda. Por eso hago tanto hincapié en lo de las oportunidades. Yo tuve suerte de que el cantante de un grupo me convocara. Esto fue en una iglesia de Salta, donde yo era maestra de catequesis. Le conté a este muchacho que yo había empezado a tocar el saxo y me invitó a tocar en esa banda de covers. Y poder tocar como un trabajo, a mis dieciséis años, fue fundamental para mí. Ahí decidí que quería ser saxofonista de manera profesional, y aprender a tocar bien el instrumento. Luego empecé a tocar jazz y me enamoré totalmente del saxofón.

¿Cuáles son tus influencias musicales más notables?

Cuando arranqué a tocar, hacía folclore y otros estilos, pero no sabía nada del ambiente del jazz. Yo solamente quería tocar. Lo demás lo fui conociendo con los años, y lo sigo conociendo ahora, después de treinta años de tocar el instrumento. Mis influencias son muchas. Empiezan obviamente por Charlie Parker, pero sobre todo de más chica yo era de escuchar de todo: tango, folclore, el Cuchi Leguizamón, María Elena Walsh, Piazzolla, Michael Jackson, Stevie Wonder, Charly García… Me encantan los choros, toda la música brasileña, así como la música cubana, y toda la música latina. Mis gustos son muy amplios. Aunque quizás tuve una época en que solo escuchaba jazz, debo confesarlo. Amo mucho el bebop, que es para mí una gran influencia; es un lenguaje alucinante.  

En los últimos meses estuve haciendo un trabajo sobre la música de María Elena Walsh, que me alucina. Ya hicimos un par de conciertos con músicas suya, con un trío instrumental, con improvisaciones. Siento que hay mucho jazz y mucho de la música argentina en ella, que realmente me encanta.

Una pregunta de color para terminar: creo que mucha gente te conoció a raíz de un video que se viralizó, con un chico que baila en la vereda de Virasoro Bar, al ritmo enloquecido de un solo que vos tocabas dentro del local. ¿Cómo fue ese momento?

Ese video se registró en un momento en el que, por la pandemia, solamente se podía tocar hasta las seis o siete de la tarde. Y en parte fue genial, porque el público era diferente. Había incluso chicos, entre ellos Bauti, que así se llama este muchachito, que vino con su papá. Yo primero lo veía bailando desde la mesa… Un rato después me puse a tocar este tema, Fire Flames on Green Lanes, que compuse hace mil años en Londres, después de que tuve que escapar desnuda de un incendio, y el chico empezó a bailar ahí, en la vereda. Un señor que siempre viene a los shows lo grabó y lo subió a internet… Y fue un boom cómo se viralizó, fue una locura como nunca antes me había pasado: a partir de este video me llegaron mensajes de todo el mundo, desde Estados Unidos y Brasil hasta Arabia Saudita. 

Lo interesante es que se viralizó no solo la música, sino además esa alegría de los niños, esa libertad, y la idea de que el jazz no es algo aburrido, como todavía dicen algunos periodistas. El jazz es energía. Y hay gente que quizás por prejuicios no escucha jazz. Entonces, llegar a más personas está buenísimo. Y también ver a la gente contenta y sonreír, porque este video causa eso. Y expresa soltura, y la espontaneidad de la música improvisada. La gente está cansada de mandatos y estructuras. Necesita esto: estar en la calle, ser espontánea, descontracturarse. Igual que este chico.  Germán A. Serain

ud83dudd25Bailaru00ednud83dudd25 - Yamile Burich - Bauti - Alto Sax - Jazz

Sábado 22 de enero 2022 se presentó en Thelonious
Sábado 29 de enero 2022 se presentó en Bargoglio

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