VENUS EN PIEL, planteos diversos

Otra mirada sobre una obra que podría ser fascinante

Venus en piel (basada en Leopold von Sacher-Masoch) – Actúan: Juan Minujín y Carla Peterson – Autor: David Ives – Dirección: Javier Daulte

La obra Venus en piel ya ha sido reseñada en este portal. Pero me gustaría dar mi punto de vista y hacer algunas observaciones. Por ejemplo, en el caso del teatro, lo mismo que sucede con la música, siempre es posible –y a veces resulta necesario- diferenciar la obra en sí misma de su instancia de interpretación. En este caso, el trabajo escrito por David Ives, estrenado en Broadway en 2010, parece por demás interesante: se aborda el tema del masoquismo a partir de un esquema de teatro dentro del teatro. Una actriz llega tarde a una audición para probarse en el rol protagónico de La Venus de las pieles de Leopold von Sacher-Masoch, y de a poco evoluciona, de una manera por demás misteriosa, desde un lugar inicial de aparente torpeza e ingenuidad hasta convertirse en la dominadora de la situación.

Además de los previsibles componentes eróticos, hay un interesante planteo del tema de las identidades, que van mutando permanentemente, modificando los puntos de vista y las relaciones de poder. Pero, como lo anticipamos, al margen de la obra -o mejor dicho: complementándolo- está la cuestión del trabajo actoral. Uno de los supuestos atractivos de esta puesta está dado por la pareja protagónica, integrada por Carla Peterson y Juan Minujín. Más allá de lo taquillero de estos nombres, muy conocidos por sus respectivos trabajos en televisión, es precisamente en este punto donde la obra naufraga, pues las interpretaciones no llegan a ser creíbles en ningún momento. Ni siquiera allí donde naturalmente más deberían serlo, pues finalmente se trata de actores actuando el papel de actores.

Sin embargo, mucho público rió durante la obra y aplaudió con entusiasmo al terminar. Esto es lo entretenido de la crítica: no todos vemos las mismas cosas, incluso tratándose de una misma puesta. Acaso quienes más fuerte aplaudieron no fueron tanto a ver la obra de Ives, como a Peterson y Minujín. Entonces el aplauso se comprende mejor, porque en este sentido los actores -especialmente ella- no defraudaron: en el fondo los dos actuaron de sí mismos. Lástima que la obra parece exigir otra cosa.

Tal vez el director, Javier Daulte, se dejó influir por la película homónima de Roman Polanski, cuando el libro acaso se ajustaría mejor a un estilo más oscuro y cerrado como el que podría haberle dado un Peter Greenaway. En ese contexto una frase brutal como “Dios lo castigó poniéndolo en manos de una mujer” habría tenido una resonancia más definitiva. En lugar de eso, lo que pudo verse pareció estar más cerca de la tibieza de 50 Shades of Gray o de querer ser apenas una simpática comedia teatral. Si ese fue el objetivo, estuvo logrado. Germán A. Serain

Se dio hasta 2015
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