Si bien sus límites no son precisos, podríamos decir que el período barroco en la historia de la música abarca aproximadamente desde el año 1600 hasta la muerte de Johann Sebastian Bach, en 1750, cuando se inicia el clasicismo. El primer concierto de la temporada 2019 de Mozarteum Argentino, a cargo de la Venice Baroque Orchestra estuvo dedicado especialmente a este período, con especial énfasis en la figura del veneciano Antonio Vivaldi (1678-1741).
La orquesta deslumbró con un sonido claro y precioso, generado con instrumentos originales de los siglos XVII y XVIII. En la primera parte presentó una serie de piezas no muy frecuentadas en nuestro medio. Inició con la Sinfonía de la ópera L’Olimpiade de Vivaldi, seguida por un concierto de Baldassare Galuppi (1706-1785) y una segunda sinfonía, en este caso de Benedetto Marcello (1686-1739). Estos dos últimos músicos, muy próximos al contexto vivaldiano, rara vez son interpretados en Buenos Aires y significaron un bienvenido soplo de aire fresco. Hay muchísimos y valiosos compositores del pasado que todavía no conocemos.
Cabe aclarar que en el contexto barroco la palabra sinfonía debe ser entendida de un modo diferente al de la sinfonía clásica, pues se trata de algo similar a lo que hoy llamaríamos obertura. La primera parte de la Venice Baroque Orchestra concluyó con dos conciertos de Vivaldi -Ryom 281 y 286 Per la solennità di San Lorenzo– que por fortuna también sumaron novedad. Destacamos esto pues a menudo las programaciones tienden a repetir una y otra vez los mismos nombres y títulos. Las partes solistas fueron interpretadas por Giuliano Carmignola, quien más allá de contar entre sus antecedentes haber sido discípulo de Nathan Milstein y Henryk Szeryng brilló ciertamente con luz propia.
Contrastando con todo lo dicho, la segunda parte estuvo dedicada a las muy remanidas Cuatro Estaciones. Una pena, por una parte, si se piensa en la enorme cantidad de conciertos vivaldianos que rara vez son escuchados. Hubiésemos preferido, sin ir más lejos, alguna selección del ciclo L’estro armonico. Pero desde otro punto de vista hay que reconocer que las versiones interpretadas fueron absolutamente personales, rompiendo de manera decidida con la tradición impuesta en su momento por I Musici.
Carmignola abordó los solos más endemoniados con total seguridad, marcando los tiempos con notorios golpes en el piso. Esto nos hizo recordar que en otra época, en lugar de una batuta, los antiguos directores utilizaban un bastón -elemento que todavía utilizan algunas bandas militares- con el cual aporreaban el suelo marcando el compás. Fue con uno de estos bastones que el compositor Jean Baptiste Lully se lastimó un pie durante un concierto, hallando la muerte luego de que la herida se gangrenara.
Por supuesto, lo anterior no pretende ser más que un detalle de color. En el mismo sentido señalamos otro curioso detalle: en un exceso de incomprensible purismo, el público del Teatro Colón evitó con molestos chistidos los aplausos entre un concierto y otro de Las Estaciones, cuando en realidad se trata de cuatro obras diferentes.
En definitiva, incluso a pesar de lo trillado de las obras presentadas en la segunda mitad del programa, la Venice Baroque Orchestra brindó un concierto excelente. Y será interesante seguir en detalle la temporada, pues Mozarteum Argentino anuncia varias propuestas interesantes. Entre ellas la presencia de la Filarmónica de Armenia, la Orquesta de Cámara Irlandesa, el Trío Smetana, la Filarmónica de Luxemburgo y la Sinfónica de Montreal, esta última bajo la batuta del prestigioso Kent Nagano, para terminar el año con un recital de la mezzosoprano Joyce Didonato y su ensamble Il Pomo d’Oro. Germán A. Serain
Fue el 23 de abril de 2019
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100
mozarteumargentino.org
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