SURINAM, grotesco circense argentino

Una obra sobre el hambre del artista con difusa resolución de conflicto

Surinam Elenco: Antonella del Valle Piersanti, Manuel de la Serna, Rocío Celeste Fernández, Lucas Ranzani, Javier Grinstein, Sathya Dematti – Vestuario: Renata Montalbano –  Escenografía: Flou Gangoiti – Iluminación: Diego Todorovich – Dramaturgia y Dirección: Víctor Chacón  

De lo que aconteció en el Circo de los Hermanos Mancuso cuando de gira por Sudamérica quedaron varados en la sabana de Surinam (porque algo hay que comer) es el larguísimo subtítulo de la pieza del dramaturgo Víctor Chacón, que se estrenó a principios de agosto. O, simplemente, Surinam. Justamente, el subtítulo evoca relatos épicos de antaño, y resulta atrayente a primera vista. ¿Cómo no resistirse a la tentación de ver una obra con semejante encabezado, preguntándose qué demonios haría un circo en un lugar tan poco hospitalario como una sabana sudamericana?

En Surinam, Víctor Chacón plantea el tema del hambre físico y espiritual de los artistas, cuestión para la que un circo itinerante varado en el medio de la nada misma ofrece el escenario ideal. Los personajes, con sus vestuarios y maquillajes magníficamente logrados -mérito de Renata Montalbano– son los típicos de un circo: el musculoso, la bailarina, la contorsionista, el payaso y su mono, y un personaje que podría catalogarse como el manager del circo. Por otra parte, el escenario está preparado para que simule la trastienda, con la cortina entreabierta que deja ver a los artistas hacer sus gracias y saludar a un supuesto público. La realidad, de hecho, no transcurre ahí, sino detrás de ese cortinado que separa dos mundos y que está frente al público real.

Es ahí, en medio de las circunstancias más desesperantes para cualquier ser humano, donde afloran los verdaderos “yo” de cada uno. Sucede en la vida real, y también en la ficción. Los diálogos son crudos, directos, y lindan con lo violento; los sarcasmos están a la orden del día. El hambre asedia a cada minuto que los cirqueros pasan varados, y es lo que mueve la acción y las aviesas maquinaciones, en especial del musculoso Hernesto y la bailarina Guadalupe.

Lo que no logra convencer del todo es cómo se resuelve el conflicto. Se recurre muy ingeniosamente a los flashbacks, que dan a entender al espectador cómo fueron los sucesos, también a la repetición intermitente de ciertos pasajes que permiten retomar la acción, donde había quedado interrumpida por esas escenas retrospectivas. Sin embargo queda librado al espectador cómo se llegó de ciertas cuestiones a la escena final que, aunque reveladora, no parece tener mucha ilación con los sucesos que la precedieron. Se sabe por qué los artistas quedaron varados, pero no se sabe cómo es que fueron a parar a un lugar donde no pasa un alma, en vez de quedarse en una ruta o carretera cualquiera. Tampoco se dice de manera explícita el orden en que, salvo Hipólito y Augusto, los otros personajes se irán destruyendo entre sí.

Más allá de este detalle, las actuaciones de todos los actores son buenas. Sin embargo, merecen destacarse las de Sathya Dematti y Lucas Ranzani, en los roles de Hipólito, el mono, y del payaso Aníbal, su dueño. El primero no habla, pero sus movimientos y onomatopeyas despiertan ternura o compasión, según se trate, y agregan una cuota extra de grotesco y dramatismo; el segundo muestra un estupendo manejo de la descarnada dualidad de la comicidad para afuera, el cinismo para los de adentro. Viviana Aubele

SURINAM trailer

Domingos a las 20
(hasta fin de septiembre 2021)
Nün Teatro Bar
Juan Ramírez de Velasco 419 – Cap.
(011) 4854-2107
nunteatrobar.com.ar

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