SINFÓNICA DE MONTREAL, conciertos magistrales

Kent Nagano brilló en su gira de despedida

Dos conciertos, cuatro mundos musicales diferentes, dos violinistas y una orquesta, con su correspondiente director. Todo eso fue reunido en el transcurso de dos esperadas noches, para disfrute de los abonados del Mozarteum Argentino. Por cierto, no se trató de una orquesta cualquiera: hablamos de la Sinfónica de Montreal. Y tampoco se trató de cualquier director: nos referimos a Kent Nagano, quien visitó una vez más Buenos Aires, esta vez en el marco de su gira de despedida al frente de ese notable organismo, que permitió apreciar la diferencia que media entre una orquesta correcta y una de primer nivel internacional.

Tampoco las obras programadas fueron como para dejar indiferentes a los asistentes. En muchas ocasiones, cuando un artista se presenta en dos conciertos para abonos diferentes, repite en ambas fechas algunas obras, y en ocasiones un mismo programa completo. En este caso, por el contrario, era difícil escoger un programa en detrimento del otro. Por suerte, este comentarista tuvo la oportunidad de asistir a ambos.

Dos conciertos para violín, con el debut argentino de dos notables solistas. En la segunda fecha fue Mozart, con su Concierto Nº 3, interpretado de manera exquisita por la francesa Alexandra Soumm como solista. Pero en la noche anterior habíamos sido testigos de un verdadero prodigio, con la violinista holandesa Simone Lamsma interpretando el monumental Concierto en Re mayor de Johannes Brahms. Dos mundos musicales diferentes, sin duda. El primero, pleno de sutilezas (alguna vez Anne-Sophie Mutter señaló, en relación a los conciertos para violín de Mozart, que lo más difícil de tocarlos es que parecen fáciles). El segundo, pleno de virtuosismos. Para nosotros este Brahms marcó el punto más alto de las dos noches.

El primer programa sumaría al romántico Brahms una obra sinfónica emblemática del siglo XX: el Concierto para orquesta de Béla Bartók. Compuesto en 1943, en medio de la Segunda Guerra Mundial, la música remite formalmente al concerto grosso barroco, pero combinado con el lenguaje musical húngaro y un clima general acorde con los tiempos y con el difícil momento personal que atravesaba por entonces el compositor.

Y al clasicismo mozartiano, durante la noche siguiente, seguiría la colosal Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, otra obra del siglo XX, pero con una impronta completamente distinta a la de Bartók, de enorme densidad orquestal, nacida con el siglo y con una nueva concepción musical mahleriana, incluida en ella ese embriagante Allegretto que cobró vida propia de la mano de Luchino Visconti en Muerte en Venecia.

Con muy buen criterio, no hubo bises después de la Quinta de Mahler. Cualquier añadido hubiese desvirtuado el clima que quedó después de aquella vibrante obra. Durante la jornada anterior -más que bis fue un fuera de programa- La Valse de Maurice Ravel constituyó otro hito, a través de esa deconstrucción genial del vals vienés que fue agradecida con fuertes aplausos. Probablemente, la próxima vez que Kent Nagano o la Sinfónica de Montreal regresen a nuestro país, lo harán por separado. Pero estos dos conciertos quedarán en la memoria como referencia. Germán A. Serain

Fueron el 7 y el 8 de octubre de 2019
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100

mozarteumargentino.org

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