Un reciente artículo publicado por el periódico español El Diario («Poetas en Instagram: la edad del pavo como negocio«) se pregunta, entre otras cosas, qué es la poesía, si existe algo así como una poesía de producción juvenil, acaso sin mayor valor literario pero reflejo de una etapa de la vida, amplificada por las redes sociales, y también si es algo bueno leer, incluso cuando se lea cualquier cosa.
La respuesta ante esta última pregunta es para nosotros definitiva, y es un gran NO. Ni todo lo escrito es arte literario, ni todo lo que suena es arte musical, ni todo lo que puede verse en una pantalla es arte cinematográfico. Ya hemos hecho referencia a esto en otro artículo. Detenernos a buscar el auténtico valor presente en una producción estética es importante, y encontrarlo convierte la experiencia en algo relevante.
En cuanto a qué sea lo que define en sí mismo el arte, a nuestro entender, son por lo menos dos cosas: el creador debe manejar cierta técnica de producción, que le permita decir las cosas de un modo interesante, y además debe tener en efecto algo para decir.
Hacer que lo variado parezca uniforme;
arte distinto, más difícil
que aquel que hace de lo uniforme algo variado.
Es probable que haya una edad temprana en la cual uno sienta la necesidad de decir ciertas cosas de una manera diferente. Una necesidad de expresar, para ser leído -por supuesto- pero también para encontrarse. Es también probable que esta expresión temprana no sea por lo general madura. Al fin y al cabo no se puede esperar que todo adolescente sea un Rimbaud, capaz de generar una obra antes de los veinte años. Todo esto no es sino un introito para decir otra cosa.
Es también probable que haya una edad madura en la cual uno sienta la necesidad de decir cosas de un modo distinto. Por ejemplo, al acercarse a los cincuenta años. Y hay además momentos especiales en los que el tiempo funciona de una manera particular, donde generar esta expresión sea algo particularmente adecuado. Por ejemplo, durante una pandemia.
Esto nos trae a Poemas en cincuentena, el primer libro de poesía de Daniel Varacalli Costas, un nombre que a muchos les sonará familiar en el contexto de la crítica musical argentina. De hecho hay muchas referencias al arte de lo sonoro en estos momentos de poesía, sutil y valiosa. Hay una cadencia, que la buena poesía debe tener, y que la aproxima a la música. Lo cierto es que aquí accedemos a una faceta del autor que hasta el momento desconocíamos.
¿Cómo decir lo indecible / sin música?
¿Cómo suena lo innombrable / sin palabras?
Silencio. / Ojos cerrados. / Conciencia sin sentidos.
El paso del tiempo (el vital y el de la cuarentena) marca una búsqueda. Se trata de encontrar el modo más adecuado para decir, pero también el sentido que siempre se esconde detrás de las palabras que son dichas. En este sentido hay una ventaja evidente entre encarar la expresión poética en una temprana juventud o en una edad ya madura. Con el paso del tiempo la palabra y la forma, pero sobre todo las vivencias y el modo de transitarlas y comprenderlas, ya llevan realizado un camino. Las pasiones, por su parte, ya han encontrado maneras de encauzarse. Es posible detenerse para apreciar el misterio del mundo, y desde allí decir.
Si bien Varacalli Costas ya había publicado varios libros vinculados a la temática musical, Poemas en cincuentena es su primer libro de poesía. Son cincuenta y un poemas en los cuales, tal como lo hemos señalado, la expresión poética surge mayormente relajada, pausada, alejada de turbaciones innecesarias, incluso cuando los temas tratados no dejen de ser inquietantes y profundos. No es solamente el mundo lo que se observa, sino también el propio tránsito por el mismo.
tanto / como sale el sol para justos e injustos,
no para vivos y muertos.
Allí no hay sol ni lluvia,
a menos que creamos
como dijo Heráclito a sus visitantes
mientras se masajeaba las manos
friolento / delante de un horno de pan:
«Pasad, / aquí también habitan los dioses».
En un contexto en el que proliferan improvisados poetas de pantalla que todavía no han terminado de aprender a sonarse la nariz, es bienvenida la obra de quienes, como Daniel Varacalli Costas, comprende la necesidad de balancear el peso exacto de cada palabra, combinándolo con su detenida observación y con su personal sentir, que comparte con quien desee leerlo. Si acaso hay un tono melancólico, podemos justificarlo diciendo que toda belleza tiene su porción de melancolía.
Alguna vez Fogwill reclamó por la necesidad de malos poetas. Podemos equivocarnos, pero nos gusta pensar que ese texto suyo quizás haya sido a menudo mal comprendido. En todo caso, nosotros nos sumamos al reclamo, pero exigimos poetas auténticos. Vale decir que celebramos la poesía desentendida de la épica, tanto como de la superficialidad y el marketing, y la queremos comprometida en cambio con la palabra sutil, el ritmo cuidado, la indagación sobre el sentido de las cosas y la necesidad de decir verdaderamente algo. Tal como sucede en estos Poemas en cincuentena. Germán A. Serain
Poemas en cincuentena
Daniel Varacalli Costas
Ediciones En Danza
74 páginas
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Daniel Varacalli Costas nació en Buenos Aires en 1970. Su primera publicación fue un soneto a Lugones que le valió un premio Rotary. Luego se dedicó al periodismo gráfico y radial, especializándose en la crítica y difusión musical. Fue jefe de prensa del Teatro Colón y director de Publicaciones. Fue coordinador del Centro Cultural Konex y en la actualidad des docente del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó de Abogado y Traductor. Tiene publicada media docena de libros, producto de sus aventuras musicográficas. Este es su primer libro de poesía.
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