OPEN HOUSE, hasta que la muerte…

La soledad y el abandono se exponen hasta tal punto que la idea es representar esta obra hasta que ya no quede ningún integrante, absorbiendo cada pérdida sin ser reemplazada.

Open houseActúan: Chica del casting: Melina Milone, Chica de Miramar: María Eugenia Iturbe, Chica del bebé: Julieta Petruchi, Chica del conejo: Mariana Paz, Chica del piano: Nayla Pose, Chica del baile: Olga Nani, Chico de la colección: Gustavo Antieco – No están más: Chico de la guitarra: Juan Ignacio Alvarez Insúa, Chica de la peluca: Natalia Segre, Chico del bigote: Martín de Goycoechea, El conejo: Andy – Dramaturgia y Dirección: Daniel Veronese

Cuando se va a ver Open House -título de una canción de Lou Reed, que se escucha durante la obra en manos de una pianista viciosa- en general se sabe de antemano a donde se va. Es que lleva siete años en cartel. Fue estrenada en 2001, como una tesis de un grupo de actores egresados del Instituto Universitario Nacional de las Artes, que convocó a Daniel Veronese para su dirección. Y uno sabe que desde que empezó, la propuesta fue darla todos los lunes de la vida…. hasta que no quede nadie. ¿Cómo? Si, es lo que todos nos preguntamos… sin embargo, sabemos que comenzó con 10 personas y un animal –conejo él- de los cuales, al momento de escribir esta nota, quedan sólo 7 personas. 3 abandonaron, y el conejo murió.

Pero ¿nadie los reemplaza? No, no hace falta. ¿Y de qué habla la obra? De ella misma y de qué es lo que pasó con la gente que no está mas y el conejo que murió. Ah… ahora sí, ahora… ahora nada… no se preocupe por entender muy bien los lineamientos… es lo que menos importa. ¿Y si un día no va nadie? La hacen igual, con las sillas vacías, para nadie. O para ellos. Y, paradójicamente, parecería que las ausencias los motivaran y energizaran aun más.

En el programa de mano figuran los ausentes, pues están presentes también, ya que se hable de ellos. Eso sí, están tachados. Cada uno de los actores lleva puesta la camiseta de esta curiosa e interesante experiencia, y está dispuesto a dejar todo por ella. Hasta que no esté más dispuesto, claro…

Son seres con un gran patetismo, vacíos, infelices y , a la vez, muy queribles. Algunos tratan de explicar su soledad o su abandono, a otros les importa un bledo y hasta la disfrutan. Lo que cuentan de cara al público adolece de una verdad mentirosa, o de una mentira verdadera, y tampoco sabemos si es parte del texto de Daniel Veronese o una intimidad que devino con el tiempo y debe contarse. Hasta entregan dibujos explicativos, de los que cada uno sacará sus conclusiones. También se muestran pertenencias, fotos, objetos y rarezas de los actores que ya no están. Ese es el atractivo. Ese es el misterio. Esa es la gracia.

En un momento se afirma que “hay dos clases de personas: los que finalmente pueden tener lo que parecía que no les estaba dado, y los que no pueden hacerlo”. Constantemente el humor es trágico, y la tragedia es divertida, en esta obra naturalmente mutante que morirá –dicen- de “muerte natural”, cuando el último actor que quede decida que también se va. Ya en ese entonces será un unipersonal, con lo cual valdrá la pena volver a verla por última vez.

En Open House todo es posible. Quizás se convierta en un récord para el libro Guinness. ¿En un récord de qué? Ya lo veremos. Martin Wullich

Se dio desde el comienzo en
Espacio Callejón
Humahuaca 3759 – Cap..

Luego en Becket
Guardia Vieja 3556 – Cap.
(011) 4867-5185
Daniel Veronese en Wikipedia

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