La religión, la patria y el amor. Estos factores tienen algo en común: los tres representan una amenaza para el ser humano, que muy fácilmente puede perderse por culpa de ellos, cayendo en algo que ante los ojos de los demás puede confundirse con la villanía. Los tres nos obligan, aun cuando ninguno es realmente elegido por nosotros de manera libre: el nacimiento en una patria u otra no es más que el resultado de un accidente, en tanto la religión por lo general nos es impuesta por nuestros mayores. En cuanto al amor, ya lo dijo Julio Cortázar: es algo así como un rayo que nos parte los huesos y nos deja estaqueados en medio del patio; resulta ingenuo pensar que es uno quien elige.
Estas son algunas de las cuestiones que pueden verse en Norma, la gran ópera trágica de Vincenzo Bellini, compuesta en apenas tres meses sobre un libreto de Felice Romani y estrenada en La Scala de Milán en 1831. Curiosamente se trata de un exponente de la tradición belcantista desarrollado a partir de una tragedia clásica: Norma, suprema sacerdotisa, hija del jefe de los druidas, se ha enamorado del procónsul romano Pollione, con quien ha tenido en secreto dos hijos. Sin embargo, ahora Pollione ha caído rendido ante los encantos de Adalgisa, otra sacerdotisa.
Por supuesto, nada bueno puede salir de semejante triángulo amoroso. Pero hay algo interesante: durante el primer acto, Pollione aparece como un canalla por engañar a Norma, aunque él mismo confiesa haber caído en ese amor sin control de su voluntad. Lo cierto es que tanto Norma como Adalgisa han traicionado a su pueblo y a los dioses a los cuales están consagradas, al haberse relacionado con un enemigo que por añadidura es pagano. Sin embargo la obra las exculpa a ellas con mucha más compasión que a él, incluso cuando la protagonista queda a punto de convertirse en matricida.
Con muy buena dirección escénica de Florencia Sanguinetti y una escenografía estática pero imponente de Marcelo Salvioli, el reparto que tuvimos ocasión de apreciar mostró un alto nivel en los roles protagónicos. Nos gustaron mucho la Norma de Montserrat Maldonado, la Adalgisa de Nidia Palacios y el Pollione de Darío Sayegh, los tres con voces potentes y una buena disposición actoral. Contribuyó mucho al buen resultado el trabajo de vestuario, maquillaje e iluminación, así como el uso de video utilizado como pared de fondo. El potente coro y la orquesta de Juventus Lyrica, bajo la dirección de Hernán Sánchez Arteaga, fueron precisos y dignos de elogio.
La única crítica que tenemos para hacerle a la puesta es el instante final. Justo en el momento en que Norma debe caer en la hoguera sagrada junto con Pollione, el telón se cierra, dejando que el espectador imagine la escena. Esto no sería malo, de no ser porque además de Norma y Pollione también perecen en la hoguera los últimos compases de Bellini, sepultados por los esperables aplausos del público, por otra parte más que justificados, aunque lleguen antes de lo debido. Germán A. Serain
Fue el 12 de mayo de 2017
Teatro Avenida
Av. de Mayo 1222 – Cap.
(011) 4381-0662
juventuslyrica.org.ar
También participaron en papeles de sacerdotisas y esclavos: Teresa Marcaida, Micaela Almirón, Gabriela Barroso, Florencia Papaleo Yaccuzzi, Eva Rizzonelli, Lara Rodríguez, Esteban Recagno Landaburu, Carlos Acosta, Alfonso Ibáñez Padilla, Luis Reymunde, Sebastián Urban.
La temporada de Juventus Lyrica continuará a comienzos de septiembre con Turandot de Giacomo Puccini y luego en noviembre con El Conde Ory de Gioacchino Rossini, además de diez funciones de La Cenicienta, también de Rossini, en versión para chicos, que tendrán lugar fuera de abono en el espacio de Ciudad Cultural Konex.