Buenos Aires tiene tanto teatro para ver que cuando una obra no corre el riesgo de bajar de cartel, se la va dejando para más adelante. Eso fue lo que me ocurrió con No seré feliz… pero tengo marido. Es más, entrevisté a su protagonista, Linda Peretz, durante 2002, en mi programa televisivo MWTV, y prometí ir a ver la obra. El tiempo fue pasando y paralelamente crecía mi curiosidad sobre el contenido de este espectáculo, pues consideraba increíble que siguiera, año tras año, en cartel y manteniendo un público constante.
Al borde de cumplir una década, encontré casualmente a Peretz en el restaurante Edelweiss, y me dijo que al otro día sería la última función de su unipersonal, agregando con sonrisa cómplice: “por lo menos de esta etapa”. Asombrado ante el tiempo pasado, así como curioso y sorprendido por el inusual fenómeno de público, allí estaba sentado en mi butaca, casi al lado del mismísimo director, Manuel González Gil, quien disfrutaba la función como exultante espectador y reía una vez más de las ocurrencias de la actriz.
El éxito no es casual. Esta mujer habla y ríe de si misma, cuenta su historia y la de su familia, revela intimidades de la relación con su marido –presente y mayestático a través de una imponente pintura-, protesta por cuestiones que considera importantes, asume sus culpas, recrimina a quien no cumple, reflexiona y opina sobre cuanto tema se le pasa por la cabeza, baila, canta, se divierte, y entretiene a quien la observa, al compás de la estupenda música compuesta por Martín Bianchedi.
El delgado hilo que separa su realidad del gracioso y perspicaz libro escrito por Viviana Gómez Thorpe es un misterio y jamás se sabrá cuanto hay de cierto o incierto. Ella transmite como si todo fuera propio –seguramente algo lo es- y al espectador le gusta la transparencia, la honestidad, la verdad, la falta de hipocresía, el saber verse a si mismo, sin ambages ni pelos en la lengua, y espetarlo hasta de modo catártico.
Linda sabe manejar esos hilos como nadie, tiene una fluida comunicación con la platea y una memoria prodigiosa con la que recuerda los nombres, actividades y gustos de quienes van dejándose llevar por su soliloquio hasta que los sorprende con un diálogo impensado. El teatro de por sí es irrepetible en cada representación, mucho más cuando el público tiene participación y disfruta del hecho. Por eso también cada función es única, aun para la protagonista. Por eso, sin pretensiones vanas, No seré feliz… ha cumplido 10 años. Martin Wullich
Se siguió dando en diferentes temporadas
Multiteatro – Av. Corrientes 1283 – Cap.
(011) 4382-9140
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