MARÍA JOSEFA, un grito de libertad

Las sombras de Belgrano y de Camila O’Gorman en una mujer silenciada

María Josefa, un grito de libertad – Elenco y Dramaturgia: Mario Moscoso, Natalia Arce – Escenografía: La Escena Libre – Vestuario: Claudia Rotman – Música: Fernando Giusiano – Dirección: Mario Moscoso

El metrónomo parece marcar el paso inexorable del tiempo, y María Josefa Ezcurra -Pepa- se confiesa. No lo hace con un sacerdote, sino con generaciones enteras de argentinos que conocen poco y nada de una mujer a la que por conveniencia desposaron con un primo del mismo apellido, y luego fue abandonada por este. María Josefa (Natalia Arce) -a quien José Mármol le dedicara varios párrafos poco elogiosos en su novela Amalia–  amó  irremediablemente a Manuel Belgrano (Mario Moscoso), que ya comenzaba a manifestar señales de su terrible enfermedad.

Dirigida por Moscoso, María Josefa: un grito de libertad le pone voz a una mujer que rompió con las convenciones e ignoró la pacatería de su tiempo. Pepa Ezcurra transita distintos estados de ánimo, con la sombra de su Manuel amado que la abraza o la contempla a la distancia, según el caso. Lejos de ahogarlo, su grito retumba en la sala y pugna por salir al mundo. Moscoso y Arce no solo se entienden en la vida real, sino que también forman un estupendo tándem actoral. Belgrano y Pepa son sacados del bronce, de la tumba o del olvido, y traídos a nuestra época. Mérito de Moscoso en la dirección y Arce en la dramaturgia, lo hacen sin necesidad de introducir anacronismos estériles ni de forzar inclusiones de ninguna naturaleza. Cuestiones ambas a las que, lamentablemente, nos han ido acostumbrando en los últimos tiempos cuando se trata de recrear episodios de la historia argentina sobre las tablas.

El catre en el que el Belgrano militar descansa de sus luchas es donde padece la enfermedad que lo lleva a una muerte temprana, y es además el ataúd que guarda sus despojos. Allí, María Josefa derrama su alma atormentada por no poder ser libre ni como mujer ni como madre. Sufre por el hijo de ambos, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, criado por su hermana Encarnación y su esposo, el Restaurador de las Leyes. En un irónico paralelo, ella conserva su vida, mientras otra niña de la sociedad porteña, Camila O’Gorman, embarazada del cura Gutiérrez, es fusilada por orden del mismo Rosas. La sombra de Camila vuelve por unos instantes a la mente de todos.

El tic-tac del metrónomo indica que el soliloquio de María Josefa va llegando a su fin. Belgrano ya es un agridulce recuerdo para ella, que clama para que su historia de amor no quede en el olvido, para que el bronce o el mármol no borroneen la humanidad del creador de la Bandera, para que la posteridad no pierda de vista que tanto ella como Belgrano fueron seres de carne y hueso, con sus virtudes y sus miserias. Viviana Aubele

Domingos a las 17
Teatro La Máscara
Piedras 736 – Cap.
Duración: 60 min.
(11) 5956-5022
Entradas por Alternativa

Manuel Belgrano por Daniel Balmaceda
José Mármol sobre María Josefa Ezcurra en El Historiador

 

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